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Opinión

¿Dónde está Europa? (VI) El fuero y el huevo

Un día u otro tenía que llegar, pues venía larvándose de forma más o menos soterrada desde el principio de la construcción europea, allá por los años 50. Y ha llegado? en el peor de los momentos: el pasado 5 de mayo el Tribunal Constitucional alemán ha asestado el mayor golpe jamás dirigido al más alto tribunal de la Unión Europea, el Tribunal de Justicia. Sin contemplaciones, directo a la yugular: el Tribunal de Justicia actuó ultra vires -es decir, rebasando el límite de sus competencias- y arbitrariamente al bendecir el Programa de compra masiva de deuda pública lanzado en el año 2015 por el Banco Central Europeo (BCE) sin evaluar el cumplimiento del principio de proporcionalidad. En consecuencia «el Tribunal Constitucional alemán no está sujeto a la decisión del Tribunal de Justicia y debe llevar a cabo su propia revisión del Programa». Y concluye con un órdago y con una amenaza: dando al BCE tres meses para que justifique la proporcionalidad de las compras de deuda y anunciando que, si no lo hiciere, el Bundesbank no solo deberá vender los activos comprados en aplicación del programa sino retirarse completamente del mismo.

Digerido el golpe, todos han saltado esta semana al ruedo: el Bundesbank, prometiendo «apoyar» al BCE en sus «esfuerzos» por responder al requerimiento; el BCE, afirmando que lo ignorará olímpicamente; el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, recordando que una sentencia dictada por el Tribunal de Justicia vincula a todos los jueces nacionales sin excepción; la Comisión Europea, amenazando a su vez a Alemania con un recurso ante el propio Tribunal de Justicia por incumplimiento del Derecho de la Unión ? hasta el Tribunal Supremo alemán, calificando la sentencia de «horrorosa». Y, claro, el Tribunal Constitucional alemán ha contratacado también en los medios. No podía haberse elegido mejor momento, cuando todos los esfuerzos debieran estar enfocados a la negociación del Plan de recuperación económica.

¿Por qué todo este revuelo? Quevedo explicó en detalle por qué, a su entender, la rebelión catalana de 1640 no se justificaba ni por el fuero ni por el huevo. En este caso, por el contrario, uno y otro son extremadamente relevantes.

El huevo ha sido ya explicado en detalle en este mismo periódico. El Tribunal alemán reconoce que las medidas monetarias -compra masiva de deuda pública- tienen consecuencias económicas -durante un largo período de tiempo habrá tipos de interés muy bajos, lo que perjudica a los ahorradores alemanes- pero exige que el BCE explique bien la proporcionalidad de estas medidas. Si no es así, un órgano de la UE con competencias monetarias estaría interfiriendo en las políticas económicas, que siguen perteneciendo a los Estados miembros. El lector puede inferir fácilmente la conclusión: todas las medidas anunciadas a bombo y platillo por el BCE hace unos días para acompañar al Plan de recuperación -la friolera de 750.000 millones de euros- podrían quedar en el alero. Las consecuencias, por tanto, y justo ahora, pueden ser extraordinarias. Mala noticia, sin duda.

Con todo, el verdadero órdago afecta al fuero. Y es que las relaciones entre el Tribunal de Justicia y los tribunales constitucionales de los Estados miembros han sido desde siempre delicadas porque cada uno es dueño de su cortijo pero los límites son más que difusos: el Tribunal de Justicia tiene competencia exclusiva para interpretar el Derecho de la Unión, para decidir cuándo un acto de una de sus instituciones es contrario al Derecho de la Unión -este es el caso- y para condenar a un Estado miembro por incumplimiento de tal Derecho; pero los tribunales constitucionales son los garantes de la ortodoxia constitucional en cada Estado. El conflicto está servido.

Hasta la semana pasada, nadie se había atrevido a oponerse al Tribunal de Justicia de esta manera. Y, con independencia del mayor o menor peso de los argumentos de fondo -el huevo-, el desafío competencial -el fuero- es tan mayúsculo como extemporáneo: si el Tribunal de Justicia ha interpretado que la actuación del BCE se ajustó a Derecho es completamente «desproporcionado» posibilitar una casación de hecho ante un tribunal nacional, fuere el que fuere.

¿Y ahora qué? El daño está hecho y repararlo es tarea de filigranistas audaces porque mirar para otro lado no es una opción: cuestionar la primacía del Derecho de la Unión es lanzar un torpedo a la línea de flotación del alambicado entramado de la construcción europea. Baste pensar en cómo deben estar relamiéndose otros tribunales constitucionales más al este de Alemania?

A mi modo de ver, la Comisión está obligada a iniciar rápidamente un procedimiento de infracción contra Alemania ante ¡el Tribunal de Justicia! y el Bundesbank debería formalmente reconocer que, de acuerdo con su información, el BCE ha cumplido en este caso con el principio de proporcionalidad. Si el Tribunal Constitucional alemán se siente satisfecho con ello y entiende que ha puesto una pica en Flandes -destacar la relevancia del principio de proporcionalidad- el recurso podría retirarse. Pero si sigue en sus trece el problema se enrocará peligrosamente porque ya no afectará solo al huevo sino al fuero y el gobierno alemán se verá obligado a proponer una reforma de la Constitución o a seguir la senda del Reino Unido invocando el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea. Mal negocio, vaya: el inicio del fin.

Urge, en todo caso, resolver el conflicto de una vez por todas y ello solo puede hacerse modificando el propio Tratado de la Unión Europea. Aprovechando la Conferencia sobre el Futuro de Europa pospuesta al mes de septiembre de 2020, convendría rescatar una antigua sugerencia de Joseph Weiler que nos recuerda estos días Daniel Sarmiento: la creación de una cámara constitucional dentro del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, compuesta por miembros del Tribunal de Justicia y de los tribunales constitucionales de los Estados miembros y con competencia para conocer los recursos de los tribunales supremos y los tribunales constitucionales en aquellos casos en los que pudiera sospecharse que la Unión Europea se ha excedido manifiestamente de sus competencias. Mientras tanto, siempre cabe seguir poniéndole velas a San Judas Tadeo, patrono de los imposibles...

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