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Tribuna

La fortaleza del Misteri, el pueblo de Elche

Hace diecinueve años Elche recibió una de las noticias más importantes de nuestra historia reciente: el reconocimiento del Misteri d'Elx como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco. Fue una noticia que llenó de alegría y de orgullo a un pueblo, el ilicitano, que siempre había mimado y preservado su legado cultural más valioso. De este modo, a los ojos de todos, aquella hasta entonces modesta representación dramática religiosa que nació en una villa medieval levantina se convertía, por derecho propio, en la primera obra de arte no tangible en obtener dicho reconocimiento, al tiempo que ponía de relieve el valor intrínseco del proyecto colectivo más relevante que ha generado a lo largo de su historia nuestra querida ciudad.

Necesariamente, la celebración de dicha efeméride este año se viste de respeto y de consideración por todos aquellos que han perdido la vida o han enfermado debido a la virulenta irrupción de la covid-19 en nuestras vidas, motivo por el que, además, los miembros de la Junta Rectora del Misteri d'Elx tomamos hace unas semanas la nada fácil decisión de suspender este año las representaciones de agosto para proteger la salud general tanto de todos aquellos que participan de una forma directa, como de los espectadores que año tras año abarrotan la basílica de Santa María.

A lo largo de la historia, La Festa, como nos gusta llamarla a los ilicitanos, ha sufrido numerosas vicisitudes que han puesto en peligro la representación de la misma, hasta el punto incluso de llegar a aplazarse durante algunos años y suspenderse. De esta forma, cabe recordar que debido al estado de ruina de la iglesia de Santa María, el Misteri tuvo que representarse durante varios años seguidos en la Iglesia de El Salvador allá por el año 1672. O cómo, en el año 1829, hubo de suspenderse debido al fuerte terremoto que sufrió la ciudad y que afectó de forma grave a Santa María.

Si bien, el momento histórico que presenta mayor similitud con la situación por la que estamos pasando actualmente, nos retrotrae a los años 1855, 1859 y 1885, momentos en los cuales una incontrolada epidemia de cólera causaba estragos en la ciudad. Nuestros antepasados probablemente padecieron preocupaciones similares a las que hoy vivimos, aunque seguro que con mucha mayor gravedad. Un número ingente de muertos y la imposibilidad de evitar el rápido contagio provocó que las fiestas de agosto, incluyendo el Misteri, se aplazaran hasta mediados de octubre y noviembre de esos mismos años.

Además, hemos de recordar que el Misteri tampoco pudo celebrarse en el siglo XX entre los años 1903 y 1905, debido a las obras de reparación de la basílica de Santa María; en 1909 por motivo de la guerra de Marruecos, o, posteriormente, entre 1936 y 1940 como consecuencia de la Guerra Civil española.

Pese a todo, la fortaleza del Misteri reside en que los pilares sobre los que se asienta no son de piedra, sino los sentimientos de quienes lo amamos como el legado más importante que nos han podido dejar nuestros antepasados. Posiblemente por ello ha sido capaz, de una forma admirable, de sobreponerse airosamente a todas estas vicisitudes y muchas más que quedan en el tintero. Precisamente por ello, con el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, no solo se premiaba la incuestionable valía cultural de esta joya del teatro medieval religioso, sino que reconocía y valoraba el tesón, el buen hacer y la determinación de generaciones de ilicitanos que supieron plasmar en cada motete del Misteri la identidad de este pueblo.

Este 2020 será recordado en el futuro, como el primer año del siglo XXI en el que la Festa no podrá ser admirada en agosto, un mes en el que, entre emociones contenidas, echaremos en falta esos instantes únicos que deja la Prova de Veus, la Prova de l'Angel y vivir la expectación de la bajada del Ángel, la Mangrana, el Ternari o la Judiada, y estremecernos de emoción con la coronación de la Virgen el día 15 de agosto.

Pero, sin duda, todos estamos convencidos de que esta circunstancia no es más que un nimio contratiempo en un largo camino histórico de emociones y de sentimientos. Porque, al fin y al cabo, la belleza del Misteri no reside solo en la culminación que nos lleva a mirar absortos y emocionados las puertas del cielo, sino que la hallamos día a día en ese camino que toda la ciudad, como si de un andador imaginario se tratara, recorre diariamente para preparar las próximas representaciones.

Feliz aniversario de la Declaración por la Unesco y gracias a todos los protagonistas de La Festa, a los de hoy y a las generaciones que los precedieron, desde la Capella hasta los tramoyistas, desde el mestre de Capella hasta las camareras de la Virgen, a cada uno de los casi trescientos hombres y mujeres que, con su esfuerzo, dedicación y amor por el Misteri, hacen posible que cada agosto se represente esta joya cultural única en el mundo que hace diecinueve años se convirtió en monumento de la cultura universal, que nos identifica, nos emociona y nos hace sentir profundamente orgullosos de ser ilicitanos.

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