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Jonatan Molina

Para madres & padres

Jonatan Molina

Las regresiones en los niños

Se han cumplido esta semana 60 días desde que se comenzó el confinamiento a causa del COVID-19. Hemos hablado mucho sobre las consecuencias psicológicas que puede tener esta situación en la salud emocional de las familias y sobre todo de los niños. Aunque hay opiniones diversas, en general los psicólogos consideran que solo un pequeño porcentaje de niños y adolescentes desarrollarán problemas psicológicos derivados de esta pandemia. Aquellos que ya presentaran síntomas emocionales previos o aquellos que han vivido directamente una situación altamente traumática (hospitalización de un familiar, muerte de un ser querido, contagio de alguna persona cercana) son los que mayor probabilidad tienen de necesitar apoyo psicológico especializado, lo cual representa solo un pequeño porcentaje de toda la población infantil.

Sin embargo, hay otros problemas que sin llegar a ser del todo patológicos sí que se están dando con mayor frecuencia en los niños, como la mayor exposición a dispositivos electrónicos, un estado de ánimo más irritable y variable, una pérdida de hábitos y rutinas, problemas de sueño o un patrón de desobediencia más acentuado. Además de todos estos, una de las cuestiones por la que más me han preguntado estas semanas las mamás y los papás son las regresiones.

Las regresiones son retrocesos del niño a etapas del desarrollo anteriores ya superadas. Este fenómeno suele darse ante un cambio vital significativo (hospitalización prolongada, nacimiento de un hermano), como respuesta a problemas de pareja de sus padres o como una llamada de atención. Los ejemplos más habituales de regresiones infantiles son volver a hacerse pipí encima, hablar como un bebé, volver a manifestar miedos ya superados o una mayor dependencia hacia la figura de apego. Estos signos no son sinónimo de que existe un problema clínico en el niño y es posible que se supere sin ninguna intervención. Sin embargo, si ciertos comportamientos son reforzados por los padres a través de la hiperprotección, éstos pueden cronificarse y establecerse ahora sí de una manera más duradera.

La hiperprotección no ayuda al niño, puesto que no estamos ayudándole a volver a superar una etapa anterior a su desarrollo. Esta protección excesiva puede traducirse en volver a poner el pañal al niño, dejarle dormir en la cama de los papás o restarle autonomía en cuestiones diarias como vestirse, asearse o comer. Las regresiones son un síntoma emocional que debe alertarnos de que algo inquieta al niño, pero en vez de alimentar esas preocupaciones debemos tener una actitud de apoyo y de solución de problemas, puesto que si las regresiones se establecen de manera definitiva pueden generarle problemas a largo plazo a nuestros niños.

A través de un lenguaje claro, sencillo y adaptado a su edad, preguntemos al niño qué le ocurre, por qué cree que le pasa esto y cómo podemos ayudarle a solucionarlo. Es importante el apoyo emocional al niño (más si cabe en este período que nos ha tocado vivir) pero no menos importante es mantener una actitud firme, con un modelo de crianza que busque el mayor bienestar del niño a través de la autonomía y las fortalezas psicológicas. No olvidéis, mamás y papás, que el afecto y la disciplina son dos patas indispensables para la crianza de nuestros hijos, y que renunciar a cualquiera de ellas hará que nuestra silla (nuestro hijo) cojee.

Telegram: JONATAN MOLINA - PARA MADRES & PADRES. Twitter: @jonatan_mt; Facebook: Jonatan Molina-Psicólogo, e Instagram: joniii91

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