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Julio Anguita o las buenas formas de hacer política

Están llenos los archivos mediáticos de todo aquello que se recogía con minuciosidad, día tras día sin faltar ninguno, tantas veces buscando gestos y palabras con que abatirlo

Llegó la democracia y hubo que inventar la política, para no reproducir los modos de una dictadura evolucionada que terminó fingiendo aperturismo a ratitos, firmó, pero no cumplió, la declaración de los Derechos Humanos y permitió un paulatino relajamiento de las rigideces de la moral y los valores judeocristianos.

Llegó la democracia y el Partido Comunista de España, en el que Julio Anguita militó hasta el final de su vida, pudo participar en la vida pública y hasta tener alcaldes, en Córdoba lo fue Julio desde 1979 con unos modos nuevos, más allá de la pura representación salida de las urnas y no de la voluntad de los jefes provinciales del Movimiento y de los Gobernadores Civiles. Lo hizo aún antes de que la gran crisis comunista de principios de los 80 obligara a cambiar el modo político contaminado de clandestinidad que había marcado su lucha contra la dictadura. Lo hizo con las formas y el estilo marcado por la participación sincera, médula de la democracia. Lo hizo en Córdoba como alcalde, lo hizo cuando comenzó la experiencia de Convocatoria por Andalucía que sería luego el modelo para Izquierda Unida concebida como Movimiento Político y Social.

Lo hizo y no lo abandonó (manifiesto del Colectivo Prometeo El hoy y el mañana: razones para nuestro compromiso). La participación animó la formación de los colectivos locales, comarcales, autonómicos. La participación fue su estilo de coordinar la dirección colegiada de Izquierda Unida para redactar documentos, elaborar discursos, reflexionar sobre los programas electorales, las decisiones parlamentarias, los acuerdos, los pactos, las coaliciones, en lo municipal, en lo autonómico, en lo estatal, en Europa. Antes se proporcionaba a todos una amplia información y documentación sobre los asuntos a tratar, elaborada por los responsables de cada materia, con la colaboración de especialistas; se debatía con la intervención y aportaciones de todos los presentes y finalmente se votaba y se asumía por todos la decisión tomadas.

No encajan aquí andanzas y biografías al estilo de los personajes públicos. Están llenos los archivos mediáticos de todo aquello que se recogía con minuciosidad, día tras día sin faltar ninguno, tantas veces buscando gestos y palabras con que abatirlo. Es mejor recordar especialmente su etapa fecunda de Coordinador General de Izquierda Unida: programas electorales, programas de trabajo diario, propuestas campañas desde la del No a la guerra de Irak, las 35 horas de jornada laboral semanal€ para reconocer al amigo, compañero de tantos trabajos que alentó, promovió, acompañó. Una excelente oportunidad que ya ha cristalizado en escuela y modelo de buena política, lo que hace que hoy no deba ser un día de adioses sino de consolidación y de esperanza.

La fortaleza y la coherencia, su forma de ser mejor conocida, reconocida y valorada favorablemente, son rasgos que dan verdadero sentido a ese modo de entender y practicar la democracia. No es posible de otro modo. No sirve la moral acomodaticia, oportunista, tacticista, comúnmente practicada en las formas a-democráticas usuales en la vida política de las instituciones y de muchos partidos políticos. Sirve, sí, la flexibilidad, la capacidad de acogimiento y de escucha, junto a la firmeza en todo aquello que constituye la espina dorsal de la buena política esa que Julio Anguita practicó, con más aciertos que errores, hasta el momento final de su vida consciente.

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