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Juan Carlos Padilla Estrada

Las crónicas de Don Florentino: España dividida en dos

-¿Qué está pasando en España?

-¿Perdón, don Florentino?

-Que el país está partido por la mitad.

-Eso no es novedad, amigo mío. Siempre ha sido así, quizá exceptuando algún breve periodo de la historia. ¿Acaso no recuerda usted eso de las dos Españas de Machado?

Ya hay un español que quierevivir y a vivir empieza,entre una España que muerey otra España que bosteza.Españolito que vienesal mundo te guarde Dios.Una de las dos Españasha de helarte el corazón.

-Sí€ tristemente. Pero muchos queremos creer que eso es cosa del pasado, de los primeros años del siglo XX, cuando los españoles nos matábamos en zanjas y barricadas, cuando el sentido común no había florecido, cuando la instrucción pública no era más que un anhelo, cuando los escasos medios de comunicación eran sectarios y solo llegaban a una élite, cuando el país se dividía entre los que comían o no comían, entre los que sabían leer o no, entre los que iban a caballo o a pie, entre los que tenían un futuro y los que solo aspiraban a morir como sus padres, entre los que mandaban y los que servían, entre€

-Pare, pare, amigo Florentino. Es cierto que aquella España de la que hablaba el poeta, la que se desangró en una contienda llamada de muchas maneras y parece que aun no superada, es bien diferente de la actual€

-¿Diferente, dice usted, amigo Suárez? ¡Absolutamente! España es un país moderno, donde sus habitantes gozan de tasas de libertad inigualables en el mundo. Donde la instrucción pública es universal, donde existen medios de comunicación a gusto de todos, donde cualquiera, y eso es algo que quizá los españoles no valoran en su justa medida, cualquiera, insisto, puede labrarse un futuro con esfuerzo y tesón, con talento, con perseverancia y confianza. Ahí puede estudiar cualquiera que tenga aptitud, no importando sus medios económicos, allí un alguien puede transmitir sus opiniones hasta el último rincón del país, sin importar que pueda ofender al poder, la banca o al ejército. En España se puede defender una cosa y la contraria: de hecho hay separatistas sentados en las Cortes generales, el sistema judicial es moderada y suficientemente independiente, aunque es cierto que debería ser más eficaz y beligerante contra la corrupción política, la tutela judicial efectiva existe, lo que es bastante; la policía es eficaz y respetuosa y, estoy seguro, en su gobierno se tienen en cuenta los Derechos Humanos como nunca en su historia.

-Bien, amigo mío. Le acepto la mayor.

-Entonces, don Adolfo€ ¿Porqué los españoles siguen radicalizados, divididos en dos facciones casi casi irreconciliables? ¿No hay motivos más que sobrados para que todos empujen en la misma dirección, y más cuando se ha cernido sobre la sociedad una desgracia natural como es la pandemia del coronavirus? ¿No va siendo hora de dejar atrás ese pequeño porcentaje de asuntos que les separan y ceder ante la mayoría de argumentos que les acerca a todos?

-Solo recuerdo, así a bote pronto algunos episodios en los que esto sucedió: la guerra de la independencia contra los gabachos, la transición desde el franquismo a la democracia y la victoria en el mundial de fútbol de Sudáfrica de 2010.

-Pues eso es la demostración de que se puede hacer. ¿Acaso las consecuencias de esta pandemia, sobre todo las socio-económicas, van a ser menos importantes que aquellos acontecimientos? ¿No es suficiente motivo para ponerse todos a empujar la furgoneta de la crisis que se atasca en el barro?

-Quizá, amigo Florentino. Pero ¿recuerda usted la parábola del escorpión y la rana? A lo peor es que esa es la esencia de los españoles. Que son del Madrid o del Barca, del PP o del PSOE, azules o rojos, o mejor, anti esto o anti lo otro, porque en la bendita España, amigo Florentino, aún a estas alturas, se prefiere el mal del contrario al beneficio propio.

-No me puedo creer eso, amigo Suárez.

-Pues créame: Hasta que esos españolitos a los que Machado les helaba el corazón, no superen su "anti antagonismos", ese bendito país no tendrá remedio. Eso sí, mientras rabien los adversarios, para muchos no va mal la cosa.

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