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Fernando Ull

El campo español

El pasado martes se cumplió el 75 aniversario de la liberación del campo de Mauthausen, una de las piezas fundamentales de la maquinaria de exterminio que Alemania puso en marcha poco después de que los nazis lograran hacerse con el poder a principio de los años 30 del pasado siglo. Después de la Segunda Guerra Mundial y el descubrimiento del horror de los campos de exterminio, los alemanes y los nacionales de otros países que colaboraron en la detención y envío de prisioneros de toda clase y condición a los campos de la muerte pretendieron imponer un olvido y un pasar página a una vergüenza que les acompañará para siempre.

En el año 2013 se hizo público un estudio del Museo del Holocausto de Washington D.C., el mayor realizado hasta la fecha, que puso de manifiesto que la envergadura del Holocausto fue mucho mayor de lo que se había pensado. Fue un trabajo de quince años que contó con los testimonios de 100 historiadores locales, de víctimas y de documentación cruzada entre la dictadura nazi y los gobiernos colaboracionistas de los países invadidos que puso de manifiesto la existencia de 30.000 campos de trabajo forzado, 980 campos de concentración-exterminio y 500 burdeles de prostitución obligatoria además de miles de centros para practicar la eutanasia sobre discapacitados y ancianos. Lo más significativo de este informe es que, además de elevar el número de asesinados por la Alemania nazi, quedó una vez más demostrado la imposibilidad de que la sociedad alemana desconociese la exterminación pautada y metódica que el nazismo ideó para eliminar a todo aquel que no encajara en los principios inspiradores del nazismo y que se realizaba muy cerca de sus casas. Prácticamente en cada pueblo alemán hubo un campo de trabajo o una pequeña fábrica de la que se aprovechaban los habitantes de ese pueblo en las que tenían que trabajar en régimen de esclavitud presos de cualquier clase y condición incluyendo mujeres. Sólo el campo de Mauthausen tuvo esparcidos por toda Austria y el sur de Alemania 60 subcampos dependientes cerca de poblaciones de postal idílicas y limpias que escondían la muerte y el horror.

El ex ministro y escritor Jorge Semprún contó en uno de sus libros sobre su experiencia en el campo de Buchenwald que cuando las tropas aliadas se encontraban a cuatro días los presos se amotinaron logrando hacerse con el control del campo. Semprún y otros presos fueron al pueblo más cercano, entraron en una de las casas y preguntaron a la atónita dueña cómo era posible que hubiese vivido ocho años viendo salir humo desde la chimenea que tenía a un par de kilómetros.

Pero lo que recordamos el pasado martes fue, sobre todo, a los españoles que fueron deportados a Mauthausen, el campo español. Republicanos que después de luchar por la libertad en España contra el golpe de Estado de 1936 huyeron a una Francia cuyas autoridades francesas lideradas por el general y jefe del Estado francés Philippe Pétain se convirtió en aliada del nazismo formando junto a Hitler y Franco un triunvirato del fascismo y la muerte. Buena parte de estos republicanos se unieron al ejército de liberación francés. Cuando eran detenidos y torturados por la Gestapo se les enviaba a este campo en los llamados trenes de la muerte. Los españoles internados en Mauthausen tuvieron una importancia fundamental en la resistencia interna frente a los nazis. Ayudaban a los recién llegados, salvaron a decenas presos de una muerte segura ocupando lugares estratégicos en la administración del campo y el día de la liberación colocaron sobre la entrada principal la famosa pancarta que aparece en una fotografía muy conocida y en la que puede leerse "los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras". Contamos en la provincia de Alicante con varios de esos nombres que durante los últimos años de su vida, y una vez reinstaurada la democracia en España, hicieron todo lo posible para que la memoria de los españoles asesinados por el nazismo no fuera olvidada.

¿Debemos seguir recordando Mauthausen? Para contestar a esa pregunta hay que hacerse otra a su vez: ¿quién tiene interés en que olvidemos la importancia que los españoles tuvieron en la lucha contra el nazismo en Francia y el franquismo en España? Por un lado, tendríamos a los que se consideran herederos del franquismo, es decir, los descendientes de los que apoyaron la dictadura, se aprovecharon de los vencidos y que aunque no manifiestan en público sus preferencias por el franquismo hacen todo lo posible para que no se hable de la guerra civil ni de la dictadura. Por otro lado, en los últimos años, ha surgido un nuevo franquismo sociológico, un franquismo cool y camp, próximo a la extrema derecha norteamericana que ha copiado de ella el orgullo de la tergiversación informativa, la racanería intelectual y la condición ultra religiosa.

Los españoles que estuvieron internados en campos de concentración lucharon lo indecible para no sucumbir al intento de los nazis de que dejaran de ser personas. Lograran sobrevivir o no, durante su cautiverio se ayudaron unos a otros, recitaron poesía y lucharon por la democracia. Esa fue su victoria.

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