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Joaquín Rábago

Opinión

Joaquín Rábago

Un nivel de agresividad insoportable

Me rebotan mis amigos desde España algunos de los mensajes, más que críticos con la acción del Gobierno, injuriosos y claramente incendiarios, que les llegan a través de las redes y su tono de agresividad resulta cada vez más preocupante.

No hablo ya de tantos mensajes anónimos que se hacen eco de las más delirantes teorías conspirativas que circulan por el mundo, sino de otros que llevan nombres y apellidos, a veces de profesionales de la Medicina, en los que se culpa sólo a este Gobierno y en ningún caso a quienes le precedieron de los miles de muertos por el coronavirus.

Deliberadamente olvidan esos críticos que los estados de alarma o emergencia decretados por este y otros gobiernos son el resultado de los continuos recortes de los fondos dedicados a la investigación científica, de las estructuras y del personal sanitarios, de la falta de garantías en las residencias de ancianos, en su mayoría en manos de fondos de inversión.

Con la inestimable ayuda del PP de Aznar, Ayuso y Casado, y de sus cuasi correligionarios de Vox se está creando en España una especie de clima guerracivilista que no tiene parangón en ningún otro país de nuestro entorno y que se aproxima al de los Estados Unidos del mentiroso compulsivo Donald Trump.

Al mismo tiempo que se acusa al Gobierno de la falta de equipo de protección para los sanitarios o de los miles de muertes en las residencias, se le conmina a quemar etapas en la actual fase de desconfinamiento para que vuelva a funcionar la economía sin que parezca preocupar el que los hospitales vuelvan a verse desbordados si es que algo se tuerce. La economía es lo primero.

No es que haya que alabar precisamente al Gobierno del PSOE y Unidas Podemos por muchas de sus medidas frente a la pandemia: ha pecado, por cierto como muchos otros gobernantes, de improvisación, de autoritarismo y también de falta de transparencia.

¿Por qué ocultar, por ejemplo, los nombres del equipo de expertos que le asesoran si es algo que se termina sabiendo? No se entiende en momentos en los que los gobernantes tienen que resultar más creíbles que nunca para que sus instrucciones sean obedecidas por una ciudadanía confinada y cabreada.

Ha habido en muchos casos un exceso de autoritarismo, una falta de consultas al Parlamento y a las comunidades, que se supone que deberían tener bastante que decir en la actual crisis sanitaria, y también una profunda desconfianza en los medios de comunicación.

Por más que tampoco estén contribuyendo a aclarar el turbio ambiente, a calmar los ánimos, ciertos medios, sobre todo madrileños, que no dejan de destilar su odio visceral a quienes, por haberlo decidido así las urnas, hoy nos gobiernan y cuya caída tratan de precipitar, aprovechando la crisis sanitaria.

En un reciente comentario titulado La herencia de Franco, el corresponsal en España de un diario alemán, el muniqués Süddeutsche Zeitung hablaba de que casi medio siglo después de la muerte del dictador, España sigue siendo «una sociedad de enfrentamiento».

Y la oponía, un tanto idealistamente, a las «sociedades de consenso» de los países del norte de Europa. En España, escribía Thomas Urban, el ganador (de unas elecciones) se lo lleva todo: administración, justicia, medios de comunicación, instituciones culturales, empresas.

Y esto es cierto, decía, tanto si la ganadora es la derecha o la izquierda. Parece como si nuestros gobernantes no fueran capaces de entender que en una crisis lo que más se necesita de los políticos es altura de miras y capacidad de compromiso.

Aquí nada de eso por desgracia existe. Aquí sólo parece que valen los golpes bajos, los insultos, las amenazas de llevarlo todo a los tribunales. Aquí la política es como una pelea de lucha libre en la que valen las llaves más sucias para derribar al adversario. ¡Y así nos va!

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