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Opinión

De los que nadie hablará

Soy enfermero y hace un tiempo tuve el privilegio de aprender y trabajar a las órdenes de dos excepcionales directoras de Enfermería.

Ellas me enseñaron todo lo que tuve capacidad de aprender del mundo de la gestión de recursos, tanto humanos como materiales en la sanidad pública.

De su mano aprendí que cuando algo sale bien, el mérito es siempre del equipo, pero cuando las cosas se tuercen, sea donde sea, la única responsable era siempre la que lo encabezaba.

De ellas aprendí que los equipos los forman personas de todo tipo, siendo obligación del gestor, sacar lo mejor de cada uno.

De ellas aprendí que en la sanidad pública, la única manera de agradecer algo a una compañera, era mirarla de frente y darle un sincero «¡gracias!», pues no se puede recompensar con un euro o una hora de más, por un trabajo excepcional.

De ellas aprendí a no tener horarios sino responsabilidades, que acabarán ese día en el que todo quede funcionando, sea la hora que sea.

De ellas aprendí que cuando tienes responsabilidades, el sentimiento más habitual es la soledad y que cuando cometes errores estos siempre te perseguirán, pero cuando salga todo bien nadie se acordará.

Pocas veces nos damos cuenta que hay personas, con otras responsabilidades, que hacen que las cosas funcionen: encargados, jefes de grupo, supervisoras, adjuntas, directoras y por último jefas de departamento.

Con esta crisis todos ellos se están enfrentando a un día a día de infarto, pues no saben nunca con quien podrán contar al día siguiente. Es como el director de una orquesta cuya única certeza es que todos los días tiene que dar el mejor de los conciertos pero no sabe con qué músicos podrá contar.

Sólo los profesionales que gestionan saben cuántas horas han trabajado cada día y cuántas han dejado de dormir, cuántos fines de semana han quedado en el camino y cuánta atención han tenido que robar a sus familias para cumplir con el trabajo. Cuántos han seguido trabajando desde sus casas, a pesar de estar enfermos al haberse contagiado...

Cuando todo esto termine, sólo se recordará al ministro y al portavoz de la comisión sanitaria... poco a poco se olvidarán a los que lucharon cara a cara con la enfermedad.

Pero nunca nadie sabrá de la existencia de los que tuvieron que apretar los dientes cuando no pudieron conseguir lo óptimo para el trabajo de sus equipos, los que lloraron tanto las perdidas de enfermos como de compañeros y sólo tuvieron palabras de aliento a pesar de estar destrozados por dentro.

Los que cuando todo esto acabe tendrán que pagar un alto precio con su salud física, mental, familiar... acabando muchos de ellos separados.

Sirvan estas letras de sencillo reconocimiento a todos estos profesionales, a los que jamás nadie aplaudirá ni saldrán por televisión, salvo que sean una víctima más de esta terrible enfermedad.

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