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Opinión

Pere Rostoll

La próxima jugada...

Ni a Pedro Sánchez ni a Ximo Puig les interesaba alargar el conflicto por la decisión del Gobierno de frenar la desescalada en gran parte de la Comunidad, incluidas sus cuatro grandes áreas urbanas: València, Alicante, Elche y Castellón. Espiral de tensión alimentada por la opacidad de Madrid sobre resoluciones que afectan a la vida y al futuro de muchísima gente. A estas alturas, nadie sabe el nombre de los expertos que toman esas decisiones que luego ratifica el Ministerio de Sanidad. Nadie aporta argumentos sólidos para justificarlas. Nadie tiene una explicación avalada con documentos o justificada con criterios que, además, el Gobierno luego varía sobre la marcha. Y nadie tiene ni una sola respuesta sobre el motivo de nuestra exclusión cuando, por ejemplo, el País Vasco ya ha podido retomar la actividad pese a registrar la pandemia peores indicadores. Y de largo. Sus votos, ya saben, son claves para la mayoría parlamentaria de Pedro Sánchez.

Pero, al margen de esas heridas abiertas y de las cicatrices del pasado entre el sanchismo y Puig, ni en la Moncloa ni en el Palau de la Generalitat podían permitirse el lujo de seguir el pulso. Trasladaban imagen de fractura entre el Gobierno de España y la principal autonomía al mando de la izquierda. De división entre el líder del PSOE y el barón territorial socialista más importante. Y le concedían munición de grueso calibre a la derecha además de generar inestabilidad institucional y en el partido. Para Pedro Sánchez era un problema añadido que en Madrid ya empezaran a preguntarse: ¿Qué pasa con la Comunidad Valenciana? Y a Puig, metido en este segundo mandato cada vez más en el papel de presidente de la Generalitat y menos en el de secretario general del PSPV, lo que le interesaba de verdad era que se levantara ese veto para una vuelta a la normalidad de la sociedad valenciana lo antes posible que reafirmara, a su vez, el papel del Consell como una administración solvente.

Por eso, desde el domingo se sucedían contactos discretos para trazar una salida. Una negociación que se encauzó el pasado lunes con una rebaja de la tensión, como adelantó este periódico. Puig ha mantenido conversaciones con el ministro Salvador Illa pero también, por ejemplo, con el presidente andaluz del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, el otro gran damnificado en este inicio de una desescalada marcada por los equilibrios territoriales del Gobierno con Madrid, Cataluña y el País Vasco como ejes y el resto de comodines para ajustar el tablero. Si el jefe del Consell decidió ayer presentar de nuevo el informe pidiendo el pase de los 14 departamentos sanitarios que faltaban a la Fase 1 es porque, en esta ocasión, tiene la seguridad de que se lo van a aceptar. No tenía intención de dar otro paso en falso. De hecho, lo solicita con el mismo documento que le rechazaron la semana pasada para evidenciar que la Generalitat cumplía y que fue rechazado sin argumentos.

Así que, salvo sorpresa mayúscula, el lunes 18 de mayo las principales ciudades de la Comunidad Valenciana -entre ellas Alicante y Elche- iniciarán la desescalada. Pero eso coloca, de inmediato, dos obstáculos en el camino. Uno. No será lo mismo pasar sólo con Andalucía que sumar al saco a Madrid, que ya lo ha solicitado también. Sería otro agravio por la evidente diferencia entre la situación de la Comunidad y la de la capital de España, principal foco de contagio de la epidemia. Y dos. El Consell trabaja con la idea de que esa Fase 1 sea breve. Pedirá que el lunes 25 de mayo toda la Comunidad vuelva a dar otro paso adelante en bloque y unido hacia la Fase 2. Así que este episodio es un movimiento para la próxima jugada de una partida que será muy larga.

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