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Antonio Ortuño

Ni aprobados ni suspensos, nos toca a todos

Ya van más cincuenta días desde que en el BOE se publicó el decreto del estado de alarma en todo el territorio español. Una medida excepcional que trataba de hacer frente a la pandemia que se nos venía encima. Todo un trimestre confinado en casa que ha dado mucho de sí. Seguramente hemos disfrutado y también hemos sufrido con un sinfín de estados de ánimo que ni recordábamos que podíamos sentir. Pero últimamente tengo la sensación de que el abatimiento, la pena, la crispación y la nostalgia se están colando en nuestros hogares haciendo más triste la espera, el día a día. Hasta las redes sociales parecen agotadas. Lejos quedan aquellas primeras semanas donde la creatividad del pueblo español, junto a la facilidad que tenemos de reírnos de nuestras propias desgracias, permitieron que internet se inundara de memes que nos dibujaban una sonrisa un día tras otro. No solo reíamos de los niños agobiados por salir a la calle, o los efectos de un estornudo o del uso del papel higiénico, sino que también aprendimos a cocinar todo tipo de panes y pasteles, improvisamos gimnasios en casa, asistimos a la escuela a través de la televisión y un sinfín de actividades que nos permitieron evadirnos y a ser posible olvidarnos del peligro que en cada esquina nos acechaba.

Ahora, con la imaginación agotada y con la sombra del desánimo en el corazón, justo ahora, tenemos que «examinarnos». Empezando la desescalada progresiva, vamos a tener que, como comarca, provincia o como comunidad, superar una serie de fases si queremos ir ganando beneficios al estado de alarma. Y como en toda prueba, como en toda evaluación, habrá resultados negativos, no progresarán, y otros que con un resultado positivo van a poder avanzar, ganando más libertad de movimiento y la incorporación de más actividades comerciales. A nadie le gusta suspender, nadie quiere ser el segundo. A los evaluadores, al Gobierno, ahora les toca por un lado atender las reclamaciones que, con mejores o peores modales, le van a presentar los suspendidos. Por otro lado, con los aprobados, tendrán que renovar esfuerzos y velar con más celo para contener la falsa euforia y la relajación que se puede experimentar al pasar de fase, al sentir más cerca el final, aunque este quede muy lejano.

Antes de entrar en combate, Alejandro Magno recordaba a sus tropas que: «De la conducta de cada uno depende el futuro de todos». En esta misma línea respondía Fernando Simón al periodista valenciano que preguntaba el porqué la Comunidad Valenciana había suspendido. El virólogo español que, por primera vez en tres meses se mostró algo cabreado, le respondía: «Esto no es una competición de comunidades autónomas en las que unas triunfan y otras salen derrotadas. No es un ranking de listos y tontos. No es el festival de Eurovisión». Y continuaba en el mismo tono de enfado: «En este proceso, vamos todos juntos. Si suspende uno, suspendemos todos». Y no le falta razón. De poco nos valdrá que los ciudadanos de un territorio vayan ganando libertades, vayan abriendo negocios, y puedan bañarse en piscinas o playas, puedan llenar las terrazas de los bares y se respire un ambiente festivo, si, mientras, nuestros vecinos, otras comunidades cercanas, sigan aisladas, confinados, con la actividad comercial paralizada y sufriendo ante el aumento de infectados y con las UCIs repletas.

Durante estos cincuenta largos días ha habido mucha gente que se ha sacrificado hasta límites inimaginables, algunos perdiendo incluso la vida, para que nosotros tuviésemos la seguridad y la tranquilidad para poder llevar a cabo un encierro benévolo y tranquilo dentro de la seguridad de nuestros hogares. Ahora nos toca. Tenemos que responder con la prudencia, la sensatez y el sentido común que se espera de nosotros. En las manos de los que hace tan solo unos días estábamos confinados, depende nuestro futuro. Seamos responsables, alejémonos de quienes pretenden clasificarnos entre perdedores y ganadores, aparquemos nuestros egoísmos, nuestras necesidades y pongámonos a remar todos en la misma dirección. Y aquellos que más fuerza tengan, que suplan con un mayor esfuerzo, el cansancio y el agotamiento de otros. El Covid-19 ha venido para quedarse. Cuando lleguen los nuevos fármacos y las nuevas vacunas, que llegarán, y toda esta pesadilla pase, espero que nadie tenga la tentación de volver a especular con salarios y recortes en la sanidad y la investigación en España. Jamás se nos puede olvidar que investigadores y personal sanitario salvan vidas, nuestras vidas.

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