Dice la canción que algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Hoy sé que es verdad. Algo se ha muerto dentro de mí, querido Joaquín. Sin embargo, me quedan los pequeños recuerdos para revivir en mi memoria a una persona inmensa. Más que inmensa, infinita. Infinita en bondad, en generosidad, en fidelidad, en sabiduría, en serenidad, en positividad.

Querido Joaquín, los primeros días sin ti están siendo difíciles, intensos, incluso, incrédulos, debido en parte a la ausencia de despedida que merecías por culpa de la situación que atravesamos y que te aseguro que, cuando todo esto pase, tendrás de parte de todos los que te queremos, apreciamos o tuvimos la suerte de conocerte. Quizás por eso, sigo cogiendo el teléfono cada mañana para llamarte, como era rutina en mi día a día, y me doy cuenta con pesar de que debo empezar a desintoxicarme de ese hábito, porque ya no estás al otro lado para contestarme.

Sin embargo, me reconforta saber que en mi interior puedo seguir contando y charlando contigo cada vez que quiera, porque estoy seguro de que allá donde estés escucharás, atenderás mis palabras y encontrarás la manera de hacerme llegar tu sabio y valioso consejo. Esto no es una carta de despedida, es una conversación más entre amigos, como las de antes, en las que nos encantaba hacer un repaso de los acontecimientos de la semana y siempre terminábamos rememorando esos momentos que marcaron y unieron nuestras vidas para siempre. Solo que hoy, me ha apetecido compartirla públicamente para que todo el mundo conozca la clase de persona que eres.

¿Recuerdas Joaquín cómo empezamos en Jóvenes Agricultores? ¿Cuándo convertimos una aventura de dos hombres con muchas ganas de comerse el mundo y poco dinero en los bolsillos, en la gran empresa/organización agraria que es hoy en día? Fuimos capaces de aglutinar y recoger a todas aquellas pequeñas agrupaciones de agricultores diseminadas por los pueblos en UNA, con representación provincial. Recuerdo el día en que tú, Leandro Bru de Elche y yo, firmamos la primera póliza de crédito con un aval cada uno de un millón de pesetas. Parecía una locura, pero, al fin y al cabo, solo los locos consiguen cosas increíbles, ¿no? Esa fue la primera piedra de ASAJA Alicante, la pusimos juntos, tu fuiste el primer secretario general que tuvo y yo el presidente. Construimos algo grande y dejaste un legado que hoy continúa con gran proyección.

He de decirte que has sido prudente, cauto y oportuno hasta para marcharte de este mundo. Y es que, tus ojos se cerraron el mismo día que arrancó la conmemoración del 40 aniversario de ASAJA Alicante. Es como si, después del trabajo bien hecho, de saber a ciencia cierta que ASAJA anda sola, supieras que había llegado el momento de soltarla definitivamente de la mano y dejar que siga volando, ahora con las nuevas generaciones que la componen, con esos jóvenes que tantas ganas, ideas e inquietudes están aportando.

Sin embargo, en esta etapa que se avecina en la que nos asomamos a un nuevo mundo, ahora más si cabe, tras el paso de la pandemia mundial que estamos atravesando y que dejará un nuevo orden de las cosas y unos sectores más prioritarios que otros, como el que tú y yo amamos y defendemos, el agropecuario y la alimentación, vienen tiempos en los que, tanto ASAJA como los agricultores tendremos que readaptarnos y reenfocarnos de cara a "la nueva realidad", pero te aseguro que lo haremos respetando los valores de base con los que fundamos esta organización, muchos de ellos cosecha tuya.

En el plano más íntimo y personal quiero decirte, Joaquín, que has sido para mí como un hermano, el mejor compañero de viaje y gracias a ti he aprendido cosas valiosísimas. Valores que en los tiempos que corren no son fáciles de encontrar en las personas: como la fidelidad, la puntualidad, la palabra, el compromiso, la valentía, la perseverancia€ emergían de ti sin esfuerzo, y eso es porque eran realmente verdaderos.

Debo darte las gracias también porque has confiado en mí, muchas veces sin dudar, dándome el impulso que alguna vez me ha faltado, haciendo que confiara en mi instinto, animándome a luchar por mis ideales con uñas y dientes, enseñándome que los problemas siempre tienen alguna lección y que unas veces se gana y nunca se pierde, sino que se aprende. Pocas personas tenían el don de convertir los momentos difíciles en menos graves gracias a tu forma de relativizar la vida y sus dificultades.

No puedo terminar esta charla sin recordar una de tus grandes riquezas: tu familia, tus hijos, tus nietos, tu hermana y tu gran mujer, Carmen, tu pilar en la vida.

Allá donde estés, espérame tranquilo, Joaquín Parra. Ese hombre que amaba su comarca y la agricultura, que consiguió ligarla con la universidad y llevarla al primer plano experimental, tecnológico y académico.

Mientras tanto, seguiré haciendo todo lo que me has enseñado y disfrutábamos juntos. Seguiré amando la agricultura y la huerta, como tú me has enseñado. Plantaré más limoneros, como tú me has enseñado. Lucharé por conseguir agua para nuestra Vega, como tú también hacías. Seguiré tu estela, porque hombres como tú es lo que necesita este mundo. Gracias por tu ejemplo y amistad.