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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Epidemias, cárceles y mazmorras

Esposados a la espalda, en calzoncillos, con la cabeza rapada, encorvados y mirando al suelo, los miembros de las maras salvadoreñas iban desfilando por delante de sus carceleros antes de sentarse pegados y en ordenada fila en medio del patio de la cárcel, dejando a la vista otra impactante estampa en esta época del coronavirus. La guerra declarada por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, a las mafias de su país, humillando públicamente a los violentos criminales de esas bandas, sirvió para poner el foco y recordar que si hay algo peor que padecer los efectos de una epidemia es padecer los efectos de una epidemia en la cárcel. A raíz de aquella imagen que retrataba el infierno y añadía más terror con el coronavirus mostrando sus afiladas uñas, llegaron otras más detallando la tensión agregada por la epidemia en los penales de Latinoamérica, donde los presos conviven hacinados entre la permanente amenaza de contagio, sin posibilidad de distanciamiento entre ellos.

España ha registrado decenas de casos de coronavirus en sus cárceles, sobre todo en Estremera, la cárcel más castigada por la enfermedad. En Alicante falleció un funcionario que trabajaba en las oficinas. Sin embargo, pese a la alarma creada, la habilidad de las autoridades carcelarias facilitando video-llamadas con los familiares y material sanitario frenó el plante de los internos.

Algo muy distinto a lo que ocurrió con la epidemia de gripe cien años antes, concretamente, en 1918. En aquel tiempo, el virus se llevó por delante a 350 alicantinos entre una población de 61.000 y su punto más dramático se centró en la población reclusa de la prisión provincial, entonces ubicada en Benalúa, donde actualmente están los Juzgados.

Según quedó reflejado en el archivo municipal, durante aquellos días, el director del «Reformatorio de adultos» alicantino no cesó de enviar cartas a las autoridades locales y provinciales en busca de auxilio: «Como aquí se carece de enfermería adecuada, como el número de reclusos existente es mayor al que se permite la cubicación de los dormitorios, unido al estado de miseria orgánica y física que reina en los individuos, es de temer una propagación de dichas enfermedades (gripe, paludismo y tifus) que produciría un serio conflicto en el establecimiento», reflejó en sus misivas de auxilio.

El presidente de la Audiencia Provincial, tras acusar recibo, trasladó el asunto al gobernador civil, en su condición de presidente de la Junta Provincial de Sanidad, conminándole a que arbitrara medidas para atajar el contagio en el interior de la cárcel. El remedio adoptado se limitó a una nueva desinfección de las instalaciones y a la petición de un análisis frecuente de las aguas. Mientras tanto, en una nueva nota fechada el 13 de octubre de ese 1918, se alertaba de nuevo de la «gravísima» situación detallando que las defunciones entre la población carcelaria oscilaban entre 15 y 23 diarias.

Ante la tremenda mortandad que arrojó esta epidemia de principios del siglo XX hubo que inaugurar el nuevo cementerio, aún en obras, de Nuestra Señora del Remedio, que hoy sigue dando servicio.

En Alicante, en España, en gran parte de Europa y otros países del primer mundo, las cárceles han evolucionado para adecuarlas a nuestro tiempo, pero fuera de ese círculo los establecimientos penitenciarios se confunden con mazmorras medievales. Y por ahí, como ocurrió en el pasado siglo, esos bichos campan a sus anchas.

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