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El valor de lo cotidiano

Pan con leche condensada, una tableta de chocolate o una rebanada de pan con aceite era la merienda habitual de una generación como la mía nacida tras la posguerra civil española. La felicidad consistía en conseguir que nuestros sueños individuales se forjaran en metas colectivas, y claro que éramos felices. Con nuestras carencias económicas, democráticas y sociales pero éramos felices. Ahora cincuenta años después se vuelve a reproducir en mi retina una película antes vista. Encerrados por un confinamiento sanitario, hacemos que nuestro día a día consiga nuevas formas de llenar el tiempo. El valor de lo cotidiano es infinita mente superior al valor de lo material.

Oler las flores de los parques, pasear de la mano junto a la persona amada, escuchar los pájaros revoloteando o tomar un simple café en mi nuevo establecimiento de referencia son algunas cosas de las que hoy más echo en falta y más valor le doy. Es mi valor de lo cotidiano. Es el valor de lo que no se tiene. Cuando nos están dejando miles de compatriotas por esta crisis del Covid'19, pensar en lo material es una estupidez y quien así lo haga no ha aprendido nada de esta crisis sanitaria. Cada tarde llenamos los balcones y terrazas para aplaudir a nuestros héroes. Y lo hacemos junto a decenas de vecinos y vecinas dispuestos a hacer sonar sus manos para homenajear a hombres y mujeres que se lo merecen. Claro que sí, y les miramos como personas y no en función del rol social y económico que tuvieron antes de esta Epidemia.

Este bichito que aun sigue entre nosotros nos ha dejado ciudades vacías de polución y contaminación, y esta oportunidad deberíamos de aprovecharla. El deterioro del Planeta es un hecho, y hay que trabajar todos cada día para hacerlo más habitable para nosotros y las generaciones futuras. ¿No les parece? Trabajemos por ello.

Y cuando hacia mención a las carencias económicas, democráticas y sociales de mi infancia, sin querer comparar, también me viene todo esto a mi retina actual. Hoy en nuestra sociedad hay una parte importante, muy importante, con carencias económicas y sociales básicas. Es más, con esta Epidemia han crecido las solicitudes para los comedores sociales. La pobreza y la exclusión social están aumentando por el Coronavirus; es un hecho al que se están enfrentando ONG's, como Mensajeros de la Paz del padre Ángel, o Caritas o Cruz Roja, y que están dando alimento a miles de personas necesitadas por esta crisis sanitaria, económica y social. Y luego está el déficit democrático. A ningún gobernante les gusta la crítica y a este tampoco. Es más, días atrás doscientos cincuenta periodistas de casi todos los medios de comunicación, también aquellos más progresistas o de izquierdas, firmaron un manifiesto titulado "Libertad para preguntar", en alusión a la presunta censura previa ejercida por el Secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, en las ruedas de prensa del presidente Sánchez. En cualquier crisis el derecho a la información es esencial. Y también falla la información en el terreno de la crisis sanitaria. No sabemos realmente cuántos fallecidos ni cuántos contagios hay por el Covid'19. El gobierno cambia cada cierto tiempo el modo de recuento para ajustarlo no se sabe para qué y con qué intereses. Los presuntos tics autoritarios no son buenos para la higiene democrática de nuestro país.

En una sociedad democrática la información es vital y en una dictadura lo es la propaganda. Hoy estamos viendo muchas actuaciones propagandísticas y esto no es bueno para la salud democrática de nuestra sociedad. Echo en falta unos políticos dialogantes y no forjados en el postureo, demando un partido de gobierno que esté por encima de sus intereses partidistas y un partido principal de la oposición que sea un partido con vocación de gobernar y concertar. También lo echo de menos. Pero hoy desde este confinamiento, lo que más echo de menos es el valor de lo ausente, de lo cotidiano. Ni más ni menos.

(*) José Luis Paz es exjefe de prensa UGT Confederal

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