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Juan R. Gil

Análisis

Juan R. Gil

Cómo pasar de la ilusión a la irrelevancia

Su responsabilidad tendría que ser proponer un plan urgente de rescate de la provincia de Alicante

La vicepresidenta del Consell y hasta las últimas elecciones líder indiscutible de Compromís, Mónica Oltra, incendió esta semana al sector turístico -el que peores perspectivas afronta en la que ya es la mayor depresión global en un siglo- con unas declaraciones a INFORMACIÓN en las que, lejos de esbozar planes de recuperación a corto, medio y largo plazo para la industria más importante del territorio que gobierna, como sería su responsabilidad, o al menos mostrar empatía y tener algún gesto con las miles de personas que están encerradas en sus casas sin saber si habrá un mañana para sus empleos o sus empresas, lo que hacía era tirar del tópico para, en definitiva, culpar de su desgracia al modelo turístico «de masas» que tenemos.

Esto del modelo, como lo de la ciudad de servicios, es un mantra vacío de contenido de tanto repetirlo. Sólo en la provincia de Alicante hay dados de alta 366 hoteles, 96 hostales, 253 alojamientos rurales, 6.813 restaurantes y 512 agencias de viaje, sin contar los más de 50.000 apartamentos turísticos reglados. Todos ellos, como la inmensa mayoría de los comercios, están por primera vez en la historia cerrados y muchos no saben si podrán volver a abrir, entrarán en quiebra o serán comprados a precio de saldo. Y los 103.000 trabajadores que emplean directamente esos negocios permanecen en sus casas sometidos a ERTE (lo que significa que han perdido buena parte de sus ingresos, ojo, que de tanto glorificar los ERTE por parte del Gobierno va a parecer al final que son unas vacaciones pagadas en el Caribe), pero con la incertidumbre en la mayoría de los casos de si podrán recuperar finalmente su trabajo.

¿Qué modelo quiere imponer Oltra en medio de esta situación, que evite el hundimiento de una industria que representa el 24% del PIB en Alicante y más del 16% en la Comunidad? ¿Cómo lo quiere hacer para conseguir que en el corto, cortísimo, plazo, miles de familias no dejen de tener ocupación para depender de ayudas sociales? No lo sabemos, porque Oltra sólo dedicó al asunto seis líneas en dos páginas de entrevista. Y al día siguiente, cuando arreciaron las críticas, tampoco se explicó: aumentó la apuesta señalando a la Marina Alta, la Baixa y la Vega Baja como las comarcas más empobrecidas de la Comunidad Valenciana, achacando esta situación, precisamente, a su modelo turístico.

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Vale la pena detenerse un momento en esto. Más allá de que el «modelo» turístico de Xàbia, Benidorm o Torrevieja tiene lo mismo en común que un huevo y una castaña, ¿qué fuentes utilizó Oltra para sostener algo así? Supongo que el PIB por unidad de consumo que usa en algunas de sus series estadísticas la Generalitat. Es una forma de medición válida para los especialistas, pero sabiendo que tiene sesgos que invalidan en muchas ocasiones la fotografía que refleja en aquellas zonas donde hay mucho pensionista, mucho residente extranjero no censado, mucho turismo o mucha economía sumergida. Ni la Marina Alta, ni la Baixa ni la Vega son las más zonas más depauperadas de la Comunidad (¿cómo iba a casar eso con que el turismo sea el primer sector productivo?), aunque dependiendo del instrumento de medir del que se eche mano puedan parecerlo. Pero si Oltra diera por buena esa estadística pese a sus sesgos, entonces su obligación como vicepresidenta no sería señalar a tres comarcas como las «empobrecidas» y a un sector como su verdugo.

Su responsabilidad tendría que ser proponer un plan urgente de rescate de la provincia de Alicante, porque en esa misma gráfica todas las comarcas de Valencia y Castellón, menos una, aparecen en verde (son, por usar la misma mirada que la dirigente de Compromís aplica, «ricas») mientras que prácticamente todas las de Alicante figuran pintadas en rojo, ya se dediquen al sector primario, al secundario, al terciario, al terciario avanzado o a la cría del ocelote. O sea, que Alicante en su conjunto es pobre de solemnidad y además es la única provincia pobre de la Comunidad Valenciana. ¿Tenía ese mapa Oltra sobre su mesa desde que llegó al Consell y no lo había sacado hasta ahora? Enhorabuena, vicepresidenta.

Disgresiones aparte, la respuesta del sector, para como lo está pasando, no ha podido ser más elegante, más allá de la primera reacción en caliente de pedirle la dimisión a sabiendas de que no la presentará. Al contrario, lo que hicieron ayer sábado en INFORMACIÓN el director del Patronato de Turismo de la Costa Blanca, José Mancebo, en un muy didáctico artículo, enumerando los pasos a seguir en paralelo a la evolución de la crisis; y el secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, en una inteligentísima entrevista donde no hay mensaje sin diana, ha sido poner en evidencia la inoportunidad de la vicepresidenta sin necesidad siquiera de nombrarla. Ambos, al contrario que ella, sí proponen alternativas (financieras, laborales, fiscales, sanitarias, de marketing...) para evitar que el sector se vaya al carajo y con él la economía de la Comunidad.

Los dos coinciden en la necesidad de un plan específico y lo trazan. Pero, sobre todo, hacen lo contrario de lo que Oltra perpetró: refuerzan la marca de nuestro destino, en el momento en que esa batalla, la de despejar cualquier recelo sobre él entre los potenciales visitantes, es la primera a ganar. Ellos tratan de fijar la imagen de un lugar amable y, sobre todo, seguro. Oltra nos citaba sólo como un destino de «masas», la palabra que unida a Covid más daño puede hacer. ¿Se puede debatir sobre el tipo de industria que tenemos y el que queremos? Faltaría más. Pero más allá de que Oltra no debería confundir cantidad con sostenibilidad, ni mezclar churras con merinas, lo urgente ahora es salir de ésta con el menor perjuicio posible y, como diría Eduardo Galeano, dejar el pesimismo (y la matraca de manual, añadiría yo) para tiempos mejores. La irresponsabilidad ha sido tan grande que Toni Mayor, presidente de la más potente patronal del sector, Hosbec, no ha necesitado ni siquiera seis líneas, como ella, para responderle. En la entrevista que hoy publicamos, le bastan la mitad: «No ha salido mucho a escena para poder valorar [la gestión de Oltra], a pesar de lo que lleva por delante». Touché.

Ahí reside el verdadero problema. De Mónica Oltra y de Compromís. Que ni ella, como dirigente de un partido o como vicepresidenta de un gobierno, ni Compromís como fuerza política, han estado a la altura de lo que los ciudadanos tenían derecho a esperar ni en esta pandemia ni en la otra desgracia natural que nos asoló en septiembre: la DANA que arrasó principalmente la Vega Baja, aunque aquella gota fría no tiene relevancia si la comparamos con el tsunami que ahora se nos ha venido encima.

A pesar, no sólo de ser la número dos del Consell, sino también la responsable nada menos que del área de servicios sociales, Oltra ha estado prácticamente desaparecida desde que la pandemia se declaró. Como lo ha estado otra de las conselleras que tampoco dio la cara en las inundaciones, Mireia Mollà, pese a caer sobre sus hombros áreas tan esenciales como la Agricultura y el Medio Ambiente. La cuestión es de fondo: Compromís, con Oltra, Mollà y Joan Ribó como emblemas; con Manuel Alcaraz y Pascual Mollà en la reflexión y la estrategia; y con Enric Morera haciendo un indispensable trabajo de contención, llegó a ser un proyecto ilusionante para amplios sectores de la izquierda (sobre todo los más jóvenes), en posición de discutir la primacía en su propio terreno al PSPV. ¿Qué queda de eso hoy? Prácticamente nada. Oltra lleva en crisis desde las últimas elecciones. Mireia Mollà ha demostrado que ser buena parlamentaria no implica saber gestionar y Ribó se ha quedado varado, sólo hay que comparar el protagonismo de Almeida y Colau con el suyo. Alcaraz se exilió voluntariamente. Pascual Mollà hace tiempo que está fuera de cobertura. Y Enric Morera, al final de su carrera, ya no tiene ni el peso ni los reflejos para enderezar rumbo alguno. De los rostros destacados de Compromís, sólo dos se salvan de la quema hoy por hoy. Uno, a la chita callando, el titular de Economía, Rafael Climent: apenas ha aparecido en público, pero todo el mundo (el propio presidente de Hosbec hoy, en la entrevista antes citada) valora su trabajo. El otro, el conseller de Educación, Vicent Marzà, que ha sabido mudar la radicalidad en prudencia hasta el punto de recibir alabanzas incluso de la derecha. Un hito más en su camino para hacerse con el liderazgo de la coalición y desterrar a Oltra adonde menos le estorbe.

Pero con Climent y Marzà no basta. Compromís necesita resetearse y no lo está haciendo. Con las honrosas excepciones locales que se quieran hacer, en la peor coyuntura por la que atravesamos desde la Guerra Civil, la coalición ha dejado de ser alternativa para caminar hacia la irrelevancia. Se ha hecho vieja a velocidad de vértigo. Deberían reflexionar, Oltra y los suyos, sobre cuál es su modelo. De masas, no.

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