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Toni Cabot

El «Covid» que salvaron los Manero

María Manero intuyó el peligro. Tataranieta de Evaristo Manero Mollá, insigne médico nacido en Relleu que adquirió fama internacional combatiendo el cólera a finales del siglo XIX («No te salva ni Manero», se mantiene como dicho alicantino, todavía usado con frecuencia entre la población); María, les decía, decidió coger los bártulos y a toda su plebe y enfilar en dirección a Aitana nada más conocer el encierro que se avecinaba por la dichosa epidemia a mediados de marzo. Divorciada, con cuatro hijos y al cuidado de una madre con 75 años, su condición de hipertensa y asmática aconsejaba poner tierra de por medio y huir lejos del alcance del coronavirus, así que nada mejor que trasladarse a una casita en medio del monte que su padre, Juan Manero, compró a finales de los noventa en el término municipal de Alcoleja. Tal día como hoy, allí siguen todos, cada uno a lo suyo: María, la primogénita, aprieta para terminar este año sus estudios de Medicina; Gonzalo, tercero de Ingeniería Mecánica; Itziar empezó TADE y Verónica acabará este mes Segundo de la ESO. Hasta doña Mari Ángeles no tiene tiempo para aburrirse dándole al punto en su afán de acabar prendas ante la llegada del futuro nieto que le va a dar su otro hijo.

Al poco de instalarse en la casita, iluminada con placas solares y con calefacción a gasoil, hubo que bajar al pueblo para comprar provisiones. Antes de llegar, sorprendió una de esas lluvias que golpean con fuerza por la montaña alicantina y, segundos después, los ojos se fueron hacia un pequeño perro abandonado que, mojado hasta el tuétano, permanecía inmóvil y sobresalía junto a la carretera como la viva estampa de la desgracia.

Fue Gonzalo quien, con cierta pericia y capacidad de convicción, acabó atrapando al chucho -un cruce de yorshire o schnauzer, según los entendidos- para meterlo en el coche. Seguidamente, tras preguntar en el pueblo sobre su posible procedencia, quedó claro que era un perro abandonado. Ante ello, los Manero decidieron inscribirlo en su familia con el nombre de Kobee, aunque poco después acabó degenerando en «Covid» habida cuenta de que fue el virus quien les llevó a cruzarse en la vida.

Pues tal día como hoy, este otro «Covid» vive feliz en su nuevo hogar, comiendo a sus horas y curando sus heridas en la piel a través de los consejos telemáticos del veterinario. Y con el honor de haber sido salvado por descendientes del legendario Evaristo Manero Mollá. Del bicho que le dejó abandonado en medio del monte, mejor no hablar.

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