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Tribuna

El Covid-19 cambiará nuestra relación con la Naturaleza

La sociedad asiste atónita a la evolución de una pandemia que nos retiene en casa desde hace casi dos meses, sin un claro horizonte de cuándo terminará este confinamiento, y de cómo va a ser el regreso a la normalidad. A día de hoy, los infectados a nivel mundial superan los 2,7 millones, y los muertos superan los 190.000, cifras alarmantes que han puesto en alerta a todos los países. La pandemia por un coronavirus ha sido la crónica de una enfermedad anunciada, ya que una consulta rápida en la red nos arroja cifras superiores a las 8.000 publicaciones científicas que en los últimos diez años hablan de múltiples tipos de coronavirus en mamíferos que pueden dar el salto a humanos. Los científicos venían anunciando reiteradamente que una pandemia como esta podría originarse, pero el mensaje no parece que llegase a los responsables políticos de muchos países donde se ha propiciado un modelo de sociedad desarrollista y con crecimiento desordenado, que ha sido motor de destrucción acelerada de la naturaleza.

Estamos sufriendo una pandemia y buscamos culpables de su origen y el agente causante. , Sabemos que los murciélagos son reservorios naturales de numerosos virus asociados a la aparición de enfermedades infecciosas emergentes graves, como las provocadas por diferentes tipos de coronavirus, el Ébola, el Marbug, etc. Los murciélagos, de los que conocemos unas 1.300 especies en todo el Mundo y que se originaron hace más de 50 millones de años, han tenido una larga historia evolutiva donde han estado en contacto con numerosos tipos de virus con los que ahora conviven sin verse afectados. Estos mamíferos, que pueden vivir más de 15 años y formar grandes colonias, son reservorios naturales de más de 3.200 tipos de coronavirus, dato que no debe causar alarma en Europa ya que no se conocen coronavirus en nuestras especies de murciélagos. Además, hemos convivido con ellos durante miles de años, y en especial en los últimos 8.000 años, cuando iniciamos la transformación de la naturaleza con la agricultura y ganadería, lo que nos ha permitido desarrollar resistencia natural a sus virus y microrganismos. Un caso diferente es el de los murciélagos de zonas tropicales y subtropicales como las asiáticas, donde habitan recónditos refugios en la profundidad de las selvas sin haber interactuado con asentamientos humanos más que ocasionalmente. Es probable que a lo largo de la historia se hayan producido casos locales de enfermedad por coronavirus, y en la literatura científica encontramos ejemplos, pero estos casos no traspasaban las fronteras cuando la globalización de mercados no existía y la movilidad de personas era reducida. El problema ha sido provocado como consecuencia de la profunda destrucción de la naturaleza en los últimos cien años, unido al crecimiento exponencial de la población humana que ha pasado en menos de 150 años de 1.000 millones de personas a superar los 7.000 millones. Este crecimiento desmedido ha llevado a la ocupación y explotación de territorios que en el caso de las selvas ha provocado su destrucción salvaje y descontrolada. Hemos quebrado las barreras naturales, hemos invadido los ecosistemas naturales, hemos eliminado miles de especies de fauna y flora, en definitiva, hemos simplificado el territorio y facilitado que las poblaciones humanas entren en contacto directo con la fauna silvestre que ha sido explotada y utilizada en beneficio propio o simplemente eliminada cuando su presencia era considerada incompatible con los intereses de nuestra especie. De este modo, muchas especies de murciélagos han entrado en contacto directo, y por primera vez de manera frecuente, con humanos y sus animales domésticos. Estos murciélagos traen su carga de coronavirus con los que nunca habíamos convivido, y por tanto no habíamos desarrollado inmunidad natural. Nosotros estamos provocando ese contacto al destruir la naturaleza y con ello sus hábitats naturales.

Ahora nos encontramos indefensos y débiles ante un tipo de virus que muta con facilidad y se adapta a nuevos mamíferos, y el hombre ha sido una diana fácil. Se ha especulado mucho sobre cómo el COVID-19 pudo llegar al hombre, pero la hipótesis que se baraja como más probable es que haya pasado a través de animales domésticos o utilizados en alimentación y vendidos en mercados locales en condiciones insalubres y faltos de toda ética. Actualmente ya existen datos científicos de su presencia en perros y gatos, lo que nos lleva a considerar la necesidad de que exista un estricto control sanitario de esos animales domésticos sin dueño que pueblan solares de nuestras ciudades, así como reforzar la lucha contra el tráfico ilegal de especies animales, potenciales transmisores de numerosas enfermedades.

Es evidente que los murciélagos no son los culpables de esta pandemia, ellos no propagan coronavirus, solo los albergan. La transmisión del coronavirus la hacemos nosotros de humano a humano, por eso la matanza indiscriminada de murciélagos, emprendida en algunos lugares es un nuevo fracaso de nuestra relación con la Naturaleza y un desprecio al conocimiento científico. En nuestra visión prepotente, hemos creído que la Naturaleza no nos iba a pasar factura, pero la situación actual de pandemia debería hacernos reflexionar desde nuestros confinamientos sobre qué Mundo queremos dejar y cómo queremos afrontar los años que nos queden de vida.

El problema del COVID-19 es grave, los países hacen esfuerzos para salir de este atolladero cuanto antes, y en nuestras sociedades surgen voces afirmando que esta penosa situación debe representar una oportunidad para dar un cambio de rumbo a nuestro modelo de vida y orden de valores. Es un momento excepcional para reflexionar sobre cómo cambiar el modelo de sociedad, pero sin reproducir el camino de salida de otras crisis precedentes en el que por el camino quedaron los buenos propósitos y acabamos retomando el modelo de vida y de desarrollo del que habíamos adjurado. Actuemos con inteligencia y responsabilidad para lograr el necesario cambio de rumbo que la Naturaleza, y cada vez más colectivos sociales, reclaman.

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