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Joaquín Galant Ruiz

La sabiduría de nuestros mayores

No, no es eso. El Estado, sus gobiernos o sus instituciones no han sabido defender, ni proteger a tiempo a cientos de personas que disfrutaban de esa apacible etapa de la vida conocida como Tercera Edad en Residencias de ancianos.

En Europa se prefiere la denominación francesa de "personnes agée". La más importante ONG de las Naciones Unidas es la "Federaction International de Asotiations de Personnes Agées" (FIAPA), de la que fui miembro de su Consejo Científico en la rama jurídica durante diez años, desde 1981. La finalidad de las asociaciones de los países que la componen no es otra que la protección y la defensa de la vida conocida como jubilación, vejez o ancianidad.

Esa etapa de la vida, en la FIAPA no la considerábamos como la sala de espera de una estación de ferrocarril ante la llegada del último tren, sino como una etapa feliz, en la que celebras tu triunfo arrancado a la vida con tu longevidad y en la que puedes dedicar parte de tu tiempo a aprender o conocer lo que tu vida activa y responsabilidades familiares, no te permitieron. Las aulas de cultura de tercera edad en esa época hicieron una labor impagable a estas personas mayores y jubiladas.

Es una etapa en la que se entremezclan espacio y tiempo, en la que quieres compartir saberes con tus nietos, transmitir conocimientos y experiencia vividos a las generaciones que te siguen.

Se ha olvidado que las personas mayores quieren ser útiles a la sociedad hasta su último aliento, seguir aprendiendo, transmitir sus experiencias, poder enseñar sus conocimientos. Necesitan más el respeto y cariño de su familia que la protección y no quieren estar recluidas en residencias de ancianos como las existentes. Necesitan el contacto con los jóvenes, con sus nietos en especial. Realmente no quieren estar solos en Residencias mal programadas, ghettos no deseados, sin ser oídos. Esta es una de las razones de los fracasos de los proyectos de urbanización sólo para ancianos.

Las tristes consecuencias producidas por la pandemia del coronavirus, con más del 80 por ciento de muertos de la Tercera Edad y ocurrida en las mismas Residencias de ancianos donde residían, nos alerta y gritamos ¡Basta!

No se ha gestionado, ni protegido, en estas Residencias donde murieron tantas personas mayores, a personas indefensas, que no pudieron salir, huir. Cierto que en otras, afortunadamente, más por diligencia y rapidez de reflejos de sus directores, pudieron evitar la tragedia.

Desde ya, los dirigentes políticos y la sociedad civil tienen que cambiar el concepto, la filosofía y los proyectos de las nuevas residencias para personas mayores y la necesidad, también, de seguir protegiendo el desarrollo de la personalidad de los mayores y sus ansias de compartir saberes. Si el nacimiento determina la personalidad, como dice nuestro Código Civil en su artículo 29, no podemos olvidar que también, sin distinción alguna, el artículo 10 de la Constitución Española proclama "La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad (€) son fundamento del orden político y de la paz social." Protejamos a nuestros mayores facilitándoles lo necesario para seguir desarrollando su personalidad y continuar compartiendo saberes. Los "Clubs rurales" en Francia son un ejemplo a imitar.

Durante esta epidemia hemos observado horrorizados la cantidad de personas ancianas que han muerto en Residencias por esta pandemia. Incluso hemos oído o leído soeces e intolerables comentarios de algún político pretendiendo justificar la instrucción dada de salvar a una persona joven antes que a una anciana en enfermedad grave por COVID-19. Nuestros mayores tuvieron que dejar paso a otros más jóvenes para utilizar un simple respirador, o cederle el derecho de una cama de la UCI y esperar en el pasillo del Hospital su turno o su muerte.

En las fases iniciales de la llegada de la pandemia a España y hasta fechas muy recientes, no se proporcionaron medios suficientes, ni para el diagnóstico, ni para el tratamiento de los pacientes infectados en las Residencias de mayores. No hubo forma de aislar a los infectados porque sólo se detectaron cuando ya eran sintomáticos (no se dispuso de test PCR), no se dotaron de medidas de contención para cuidadores, el personal sanitario resultó insuficiente y los tratamientos disponibles fueron deficitarios. Fueron muriendo sin poder huir, sin poder aislarse, sin defensa. El virus asesino los fue alcanzando uno a uno.

Es hora ya de devolver el respeto y consideración debidos a nuestros mayores, defender su dignidad y sus derechos inviolables que les son inherentes. Valoremos en su justa medida su gran relevancia en el progreso de la España que hoy disfrutamos. En Bélgica, cuando muere un anciano, se equipara al incendio de una Biblioteca.

La triste experiencia de esta pandemia que sufrimos, nos obliga a hacer un nuevo planteamiento de las Residencias de mayores en las que, no pocas veces, ha primado la mínima inversión. El mínimo gasto en sus construcciones. No se han creado nexos de unión para que estas personas mayores compartieran ideas, conocimientos, experiencias, con otras más jóvenes, con pretensión de aprender, de recibir saberes que se iban a perder como bibliotecas incendiadas, a su muerte.

Queremos pedir a los partidos políticos mayor preocupación por nuestros mayores y una defensa sin matices a favor de esa etapa gozosa de la vejez, de la ancianidad, después de entregar a la sociedad los mejores años de su vida. Cuando superemos la pandemia, pongámonos a trabajar hombro con hombro toda la sociedad por las personas que con sus esfuerzos pasados han contribuido a conseguir el estado de bienestar de nuestra España actual.

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