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Antonio Balibrea

Los pobres y el obispo

A los pobres siempre los tendréis con vosotros, en cambio a mí no me tendréis siempre» (Mt.26:12). No debe tener claro monseñor Argüello, obispo auxiliar de Valladolid y secretario de la Conferencia Episcopal, las palabras de Jesús. No lo debe tener claro, ni aunque los propios obispos consideren «urgente y necesario» el establecimiento de una renta básica para garantizar el sostenimiento de las personas que más están padeciendo las consecuencias derivadas de la pandemia.

No se cree el obispo Argüello «que los pobres vayan a estar siempre» con nosotros. Quizá por eso, en relación con la renta básica, ha manifestado que «ayudar a quienes lo necesitan es indispensable, pero pensar en una permanencia que vivan de manera subsidiada no sería un horizonte deseable para la organización del común». «La necesidad perentoria de una renta básica ahora no debería ser una coartada para una especie de subsidio permanente que retirase del horizonte de la persona el poder ejercer un trabajo y desarrollar sus necesidades», - añade monseñor Argüello-. «Es indispensable ahora para quienes se han quedado en paro y la necesitan», pero advierte, esta renta no debería «hacer el juego a las exigencias del capitalismo internacional que implanta máquinas que hacen el trabajo y así sustituir y descartar a las personas» (Vida Nueva 20-IV-2020). Digo yo que será algo muy distinto del sueldo que el Estado paga puntualmente al clero. Pensaba que la renta mínima garantizada era para evitar que familias enteras caigan en pobreza extrema, lo de hacerle el juego al capitalismo internacional se me escapa. Había oído lo de Pablo Iglesias y Venezuela, pero que sea cómplice del capitalismo internacional me supera.

No parece acertado que el secretario de la Conferencia Episcopal Española puntualice a sus jefes inmediatos, después de las horas que se han tirado discutiendo el documento, y mucho menos que contraríe la propuesta que ha repetido, por activa y por pasiva, el Papa Francisco. El Obispo de Roma debe ser al menos un superior moral del obispo Argüello. A mí no me cabe duda que en una prestación como la renta garantizada habrá más de un listillo que quiera vivir permanentemente de la «sopa boba»; pero menos duda me cabe que cuando sacamos a los bancos del hoyo, más de uno nos engañó también, y sigue haciéndolo. Si alguien nos engaña -casi siempre-, la verdad es que prefiero que me engañe un desgraciado a un ricachón. En uno es pura codicia, mientras que el pobre lo necesita para comer él y su familia, aunque sentiría que «retire del horizonte pensar en poder ejercer un trabajo en el que puede desarrollar sus necesidades» y realizarse como persona.

Por si quedan pobres a pesar de la renta mínima, el obispo recuerda hacer la cruz en la declaración de la renta, e invita a sumarse a la campaña de Cáritas «Cada gesto importa», -oportunamente traída siempre en estas fechas- para ofrecer la ayuda económica a los pobres, o a través de la nueva página web para donaciones. Será porque aquí no hay un subsidio permanente.

Tampoco falta un canónigo que le enmiende la plana al deán de San Nicolás incluso al mismísimo obispo. Empeñado en bendecir a los alicantinos desde la cumbre del castillo de Santa Bárbara. Hacerlo desde la misma ermita de Santa Faz no debe tener los mismos efectos. Estábamos convencidos del alcance universal de la bendición del Lienzo; pero el canónigo no le da más de un par de kilómetros

No debe creer en la atracción que la Santa Faz ejerce sobre los alicantinos, si no habría pensado en las avalanchas de miles de vecinos que se habrían agolpado en la carretera al paso del coche o del autobús con el lienzo. Aunque llevará la custodia él, o el mismo Barcala. El canónigo no confía en que acudirían miles de alicantinos a ver pasar la Santa Faz; ni en que su bendición llega más allá de los dos km. aunque la imparta desde la ermita del caserío. Menos mal que el deán de San Nicolás, Ramón Egido o el obispo de la diócesis, no le han seguido el juego. Hay secretarios que resulta difícil saber de quién son secretarios. Se escandalizan del derroche de la renta garantizada y de la mujer que le pone ungüento a Jesús. Miran más el valor de cambio -el precio en el mercado o el endeudamiento que diría Judas Iscariote, el administrador del grupo-, que el uso que se pretende evitando la pobreza extrema.

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