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Más miedo que el virus

El mundo se encuentra inmerso en un desastre de proporciones inimaginables, la pandemia del Covid-19, ha provocado la pérdida de una cantidad trágicamente elevada de vidas humanas. Para proteger a los individuos y permitir que los sistemas sanitarios puedan hacer frente a la situación que se ha producido sin llegar al colapso, los países han ido implantando las necesarias cuarentenas y prácticas de distanciamiento social para contener la pandemia, como consecuencia de ello, el mundo ha entrado en un Gran Confinamiento. La magnitud y la rapidez de la paralización de la actividad ha sido algo que nunca habíamos experimentado en nuestras vidas.

Por otra parte, la crisis sanitaria está repercutiendo gravemente en el desarrollo de la actividad económica mundial. Según lo indicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la edición de Abril de su estudio sobre Perspectivas de la economía Mundial y bajo el supuesto de que en la mayoría de los países la pandemia llegará a su punto culminante en el segundo trimestre y que se replegarán en el segundo semestre de este año, se estima que el crecimiento mundial descenderá un 3% en 2020 y que la pandemia destruirá el 7,5% de la economía de la zona euro, un colapso económico sin precedentes que hace que el Gran Confinamiento se convierta en la peor recesión desde la Gran Depresión del año 1929, doblando las devastadoras consecuencias de la crisis financiera mundial del año 2008.

Esta es una crisis mundial, en la que ningún país ha quedado a salvo. En estos momentos tanto las economías desarrolladas como las emergentes y en desarrollo están en recesión. Por otra parte, no todas las economías entraron en esta crisis en la misma situación, si no que unas lo hicieron en un estado más vulnerable que otras (con pequeños porcentajes de crecimiento económico o con elevados niveles de deuda) ni a todas las va a afectar de la misma forma, así, los países cuyo crecimiento depende en gran medida del turismo y el ocio experimentarán impactos particularmente graves.

En España el sector turístico representa casi el 13% del PIB, previéndose que si la actividad se normalizara en el mes de Julio de este año se perderán en este sector cerca de 92.000 millones de euros de ingresos y que si la normalización es a final del 2020, la perdida sería de 124.000 millones de euros. En cuanto al déficit público, España viene de incumplir el porcentaje de déficit pactado con Bruselas, ya que a pesar de que se incrementaron los ingresos del estado, el año 2019 fue el primer año, desde la recuperación, en que el déficit público se incremento debido al aumento del gasto del gobierno.

Los efectos del virus recaen en el caso de España sobre una coyuntura en desaceleración, que en el cuarto trimestre de 2019 ya evidenció un agotamiento de su expansión, por una caída de la inversión y un estancamiento del consumo. Dos variables que sólo fueron contrarrestadas por un sector exterior muy activo y el impulso del gasto público por otro.

Así, según las previsiones del FMI, España registrará en 2020 un crecimiento negativo del PIB del 8%, es decir una disminución de casi 10 puntos porcentuales frente a la previsión anterior a la crisis. Este dato, se ve corregido por las previsiones del Banco de España el pasado lunes, que todavía prevén un escenario peor. Este organismo estima que, en el supuesto de que el confinamiento durase 12 semanas y no se consiguiese volver a la normalidad total antes de final de año, especialmente en la hostelería y el ocio, el desplome del PIB podría llegar al 13,4%. Una cifra de tal magnitud que provocaría que la crisis se alargara mucho más de lo previsto inicialmente y que fueran necesarios años para que la economía española volviera a los niveles del año 2019.

En lo que si están de acuerdo los dos organismos es que esa disminución iría acompañada de un crecimiento del paro que podría llegar hasta el porcentaje del 22%, lo que significaría volver a los niveles del año 2015 y que por lo tanto, en unos meses, se habría destruido todo el empleo creado en cinco años.

El déficit público se disparará, según el FMI, del 2,6% del PIB en el año 2019 hasta el 9,5% del PIB en el año 2020. Eso supone el desequilibrio más alto de las cuentas públicas desde el año 2012 (año del rescate de las entidades financieras) y el mismo porcentaje que dejó José Luis Rodriguez Zapatero al abandonar el gobierno. Ese déficit sería el más alto de toda la Unión Europea y uno de los mayores del mundo industrializado.

A pesar de la magnitud de estas cifras, es probable que en función de la evolución de la crisis sanitaria y las medidas que se adopten para paliarla, las mismas puedan ser todavía mayores, así el Consejo General de Economistas ha calculado que el déficit público podría llegar al 15,2% del PIB, superando el 11,3% de 2009. Supondría un alza de 150.000 millones frente a los 32.904 millones de desequilibrio actual, debido a un incremento del gasto público en 120.000 millones de euros derivado de las mayores prestaciones por desempleo y demás ayudas y medidas que ha aprobado el Ejecutivo y una disminución de la recaudación de unos 40.000 millones de euros.

La deuda pública bruta de España pasará del 95,5% al 113,4% del PIB con el consiguiente aumento del pago por intereses y vulnerabilidad a las subidas de la prima de riesgo que ya está empezando a incremenetarse.

El reto para superar esta crisis es enorme, como afirma Mario Draghi "nos enfrentamos a una guerra contra el coronavirus y debemos movilizarnos en consecuencia". Mientras la economía esté paralizada, el gobierno tendrá que garantizar que la gente pueda cubrir sus necesidades y establecer medidas para que las empresas puedan reactivarse una vez que hayan pasado las fases críticas de la pandemia. Las autoridades además tienen que elaborar planes para la recuperación. Conforme se levanten las medidas de contención, las políticas deben pasar rápidamente a apoyar el consumo, mantener el empleo, incentivar la contratación en las empresas y sanear financieramente tanto al sector privado como al público a fin de contribuir a la recuperación.

Una crisis tan extraordinaria como la que estamos viviendo requiere hacer uso de todas las herramientas disponibles de política económica.

En el plano de la cooperación internacional es importante la acción coordinada de políticas europeas que faciliten la financiación de las medidas de gasto público implementadas y eviten la tensión de los mercados de deuda pública.

En el plano nacional es vital diseñar políticas adecuadas que ayuden a mitigar los efectos de la crisis y contribuyan a una rápida recuperación. Los efectos de estas políticas serán mayores cuanto mejor se diseñen las medidas a adoptar y más rápida y eficazmente se lleven a cabo, procurando el uso eficiente de los recursos públicos.

Nuestros gobernantes no tienen que dar más miedo que el virus. Tienen que dejar atrás la improvisación y generar confianza, previsibilidad y expectativas de crecimiento a largo plazo.

Como dijo hace poco el premio nobel de economía Finn Kydland: "La enemiga de la prosperidad es la incertidumbre que genera la mala política."

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