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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Dolorín ruega en nombre de todos

Puestos a pedir, qué puede haber mejor para facilitar la resignación que un día lluvioso, desapacible, con dominante viento desagradable, de esos que invitan a quedarse en casa. Con ese parte, abres la ventana y podrías sentir cierto alivio al quedar servida la excusa perfecta: «Vaya, aunque se pudiera, no podríamos ir». Pero no. El cielo apareció despejado, azul, iluminado con el toque mágico de ese sol que desde tiempo inmemorial fijó por aquí su residencia. Así amaneció el día de Santa Faz, esa jornada en la que los alicantinos hacen piña y caminan pegados en una única dirección.

La fecha en la que Alicante se vacía por propia voluntad para trasladar su alma hacia el Monasterio vivió ayer una conmemoración inimaginable. Unos cuantos periodistas, veinte miembros de las Fuerzas de Seguridad y media docena de sacerdotes ocuparon el lugar que todos los años congrega a trescientos mil alicantinos en torno a la Reliquia, obligada en esta ocasión a salir del camarín sin la compañía de feligreses hasta que la sombra de una anciana mujer, menuda, rauda y silenciosa alteró el marco de la particular ceremonia.

Por sorpresa, la mínima apertura del portón principal permitió el acceso de Dolores Manresa, conocida como Dolorín para los lugareños.

Natural de Callosa de Segura y portera del Monasterio de Santa Faz durante 37 años hasta su jubilación, Dolorín avistó desde su casa en la calle Verónica la apertura del templo. Vivaracha y ágil con sus 77 años a cuestas, se enfundó un pantalón a cuadros encima del pijama, se cambió la blusa y no perdió el tiempo con el peine; bajó a la calle y se coló por la ranura del portón de la plaza Flogietti tras acceder por la calle Mayor. La obligada pregunta del guardia encontró rápida y decidida respuesta:

-¿Dónde va usted?

-Estoy invitada por el párroco don José Luis.

La firmeza y decidida reacción de Dolorín, con el rostro cubierto por la mascarilla, impregnó de dudas al policía, que se limitó a seguirla con la mirada. La devota callosina se aprestaba a cumplir un año más, sin interrupción, con la tradición que inició desde niña, en la época que acompañaba a sus abuelos desde la Vega Baja para ayudar a vender estampitas y escapularios a las Clarisas de Santa Faz. Con el paso de los años, Dolorín se casó y se fue a vivir a Alicante, hasta que las monjas la convencieron de que asumiera las funciones en la portería del Monasterio.

Ayer, tras colarse en la capilla como testigo de excepción de la misa oficiada por monseñor Murgui, acompañó a la Santa Reliquia en su breve salida a la plaza, iluminada y desierta como nunca. Allí se inclinó para arrodillarse ante el Sagrado Lienzo durante la última parte de la tradicional ceremonia. Tras la bendición, siguió los pasos de Murgui con la Reliquia hasta el camarín y, una vez cerrado el acto, volvió a salir por la puerta principal.

«Bueno, no te puedo decir si era una dispensa o una invitación, yo vi la puerta del Monasterio abierta desde mi casa y? no me lo podía perder. He rogado por todos los que no han podido estar», explicó Dolorín que, acto seguido, se marchó a comprar el pan antes de regresar al confinamiento en su casa de la calle Verónica.

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