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Toni Cabot

Los holandeses y el dinero

Lo reconozco. Desde un tiempo a esta parte, escucho 'Holanda' y el gesto me cambia. Y sé que no es justo. Por estos lares siempre hemos convivido sin problemas con los holandeses, hasta tal punto de que, me atrevería a afirmar, pasan casi desapercibidos. Y eso que la colonia de los Países Bajos en la provincia de Alicante, desde Dénia hasta Orihuela Costa, tiene su gente. Donde plantaron sus reales en serio desde tiempo inmemorial fue en la Coveta Fumá, el paraíso campellero que, por proximidad, conozco desde niño. Esa preciosa visera sobre el mar viene a ser algo así como su particular Gibraltar. Bares, restaurantes, peluquerías se esparcen con su sello por ese minúsculo Montecarlo, para servicio, mayormente, de ellos mismos. Siempre fue una colonia interesante, pero muy suya.

Además, con el parné no gastan bromas. Me contó hace años Juan Manuel Asensi, aquel fino futbolista alicantino que tanta fuerza y calidad aportó en el Barça de los años 70, que por aquel entonces fue un holandés quien le abrió los ojos para el «negosi». Concretamente, Johan Cruyff, el tulipán de oro que marcó una época en calzón corto y un estilo con pantalones de campana.

Cada verano, antes de comenzar la Liga, se presentaba en el entrenamiento un buen señor, propietario de una cadena de tiendas de decoración en la Ciudad Condal, que, acompañado por un fotógrafo, tomaba una foto de un posado de los delanteros del equipo, imagen que posteriormente reproducía a gran escala y, acto seguido, colgaba en todos sus establecimientos adjuntando un mensaje para publicitar su negocio. El tipo, al cabo de los años, era como de la familia así que, temporada tras temporada, procedía con la foto y el posado sin pactar más contraprestación que dar las gracias educadamente. Hasta que, hete aquí, en julio del 73 aparece el Flaco en Can Barça. Y cuando al formidable holandés, reposando sobre el césped tras la dura sesión de trabajo, le dijeron que debía plantarse ante el fotógrafo esbozando una sonrisa, Cruyff, con ese limitado castellano al que nunca acabó de cogerle el punto, se despachó con un: «No entender». A la lacónica respuesta, que generó el asombro general, siguió un argumento más razonado: «Si querer foto, hablar conmigo porque yo cobrar. Y si no cobrar, no foto».

Sirva Cruyff como significativo ejemplo del respeto holandés hacia el dinero en un momento en el que ese país está representado por un ministro de finanzas, un tal Wopke Hoekstra, cuyas maneras nos han caído como una patada en mal sitio. Su frontal oposición a la petición de España e Italia para emitir coronabonos, es decir, mutualizar la deuda para hacer frente a la crisis provocada por la pandemia, ha sentado como un tiro. La reacción en su contra fue de tal calibre que hasta él mismo reconoció que le había faltado empatía a la hora de trasladar el mensaje. Se admiten las disculpas, pero se albergan pocas esperanzas de que varíe mucho su postura.

Domènec Ruiz Devesa, el eurodiputado alicantino que nos representa en Bruselas, me traslada su sensación de «moderado optimismo» a la espera de evaluar cuánto jugo puede salir de la exprimidora de la mesa de Bruselas entre ayer martes y mañana jueves. España mantiene la carta del eurobono, pero convencer a Holanda y Alemania de mutualizar la deuda no va a ser tarea fácil. Otra cosa será arañar compromisos que mejoren las actuales expectativas. En todo caso, si el norte pretende que el sur mantenga su espíritu europeísta y su confianza en la UE, no tiene otro camino que tender la mano. Así sea. Será un placer volver este verano a la Coveta sin necesidad de torcer el gesto.

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