¿Quién nos lo iba a decir? Tras años de campañas demonizando el plástico nos encontramos hoy con que es precisamente este material al que recurrimos para hacer frente a la pandemia del Covid-19. El plástico se ha revelado como material fundamental y que, con un buen uso, se convierte en indispensable para salvar vidas.

Las críticas recibidas hacia el plástico nunca han sido justas, ya que las campañas que se han hecho al respecto solo han servido para demonizar este material. Decir que el plástico en sí no es problema medioambiental, que ni siquiera los residuos plásticos lo son, a pesar de ser altamente contaminantes, no está bien visto. Lo que se ha manifestado como correcto es decir que el plástico «mata», pero esa afirmación es una gran falsedad que esta pandemia que sufrimos nos demuestra fácilmente.

Ni el plástico ni los residuos plásticos perjudican nuestro medio ambiente, porque si reciben el tratamiento debido dejan de ser perjudiciales. Esos residuos son reciclables y se pueden reutilizar, como ya se está haciendo, convirtiendo los residuos plásticos en un recurso. Con plástico reciclado se hacen nuevos envases o incluso ropa, entre otras cosas, de ahí que podamos afirmar que ni el plástico ni los residuos plásticos son el problema. Medioambientalmente hablando, y sin olvidar que debemos seguir atendiendo a la lucha contra el cambio climático, el problema está en el mal uso que se haga de esos residuos plásticos, y es ahí tanto desde las administraciones públicas como desde la sociedad civil donde debemos actuar de manera sostenible.

Es más, hay estudios técnico-científicos que avalan que un determinado producto contamina mucho más si se hace con otro material que con plástico, porque el plástico necesita menos energía para su producción. Si bien es cierto que se debe seguir trabajando en disminuir la cantidad de petróleo del plástico, que es el componente que lo hace más contaminante cuando se convierte en residuo y no es tratado debidamente.

Dicho esto, en las circunstancias que estamos viviendo, se habla mucho de aprender de la situación, de recapacitar, de tener en cuenta la desgracia que estamos viviendo y sus consecuencias para, una vez estabilizada la situación, volver a la normalidad sin olvidar lo que estamos pasando. Una vez se controle o acabe la pandemia del Covid-19, no debemos hacer borrón y cuenta nueva, sino intentar volver a la normalidad con la lección aprendida, hasta en el caso del plástico.

Desde los pulverizadores que utiliza la UME para desinfectar residencias, calles, plazas?., los test que sirven para saber -siempre que no sean defectuosos- si estamos contagiados o no, las mascarillas que requiere todo el personal esencial (sanitarios, guardias civiles, policías, bomberos, limpiadores/as?.) que está haciendo frente a esta crisis sanitaria en primera línea de combate, las pantallas que les ayudan a protegerse de una posible infección -sobre todo en muchos casos a falta de mascarilla-, los respiradores que tanta falta hacen para evitar más fallecidos por el Covid-19, hasta las propias impresoras 3D que desde empresas y particulares se están utilizando para hacer pantallas, mascarillas, e incluso respiradores, así como otras tantas herramientas y maquinaria con las que se consiguen productos imprescindibles para enfrentarnos al bichito pequeñito -como lo llama mi hijo de tres años-, todo está hecho con plástico.

Para hacer frente al Covid-19 necesitamos ese demonizado material, un material que lejos de perjudicar en nuestro mundo, nos facilita el día a día, nos soluciona problemas. El plástico se ha convertido con esta pandemia en el material solidario por excelencia, utilizado por empresas y particulares y también por las administraciones públicas con el objetivo de salvar vidas. Deberíamos reflexionar sobre ello.