Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Lucio y el FaceTime

Los huevos de Lucio. Al incluir el nombre propio, la frase nunca suena mal. En cualquier otro contexto avistaríamos cierto matiz soez en la expresión, pero estando Lucio de por medio la cosa cambia. En ese caso, mentar los huevos de Lucio te traslada al feliz tabernero saludando al personal en su establecimiento del Madrid de los Austrias donde sirve ese suculento plato que ha adquirido fama mundial. O desvelando el secreto de esa misma receta a todo el que se la pide por la playa San Juan mientras se abre paso hacia ese mar azul al que permanece fiel desde hace sesenta años. Ahora bien, en esta ocasión, para resumir el caso que me dispongo a contar, confío en que disculpen la chabacanería del giro dado que esta vez sí estoy usando la frase en sentido literal para hacer referencia al tesón que mi idolatrado mesonero está presentando en su batalla por seguir viviendo.

A sus 87 años, Lucio sigue peleando por su vida en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. A ese centro madrileño llegó poco después de superar una neumonía, agravada con una depresión por la pérdida de su mujer, María, unas semanas antes. Tocado por el maldito bicho en plena vorágine de la epidemia, el tabernero más popular de España encontró una cama libre donde poco antes fallecía el marqués de Griñón. Allí ingresó en un estado muy delicado y allí vio, por segunda vez, muy de cerca la guadaña. Años atrás, en 2008, mientras se bañaba en la orilla del mar alicantino, un desmayo dejó su cabeza debajo del agua durante algún minuto más de los que la ciencia apunta como incompatible con seguir viviendo. Tan extrema fue la situación que su hijo Fernando defiende desde entonces que más que sobrevivir al ahogamiento, su padre resucitó tras morir ahogado. El caso es que ahora, cuando encara los noventa, en esta segunda prueba que el destino le ha puesto al final del camino, Lucio vuelve a desafiar a la naturaleza. Por momentos, incluso a su pesar dado el desánimo que arrastra por la pérdida de su esposa. Pero poco a poco, con el cariño de sus hijos y la labor de los enfermeros que durante su confinamiento en el centro hospitalario le conectan con su familia a través del FaceTime (aplicación del móvil que permite videollamadas) su salud ha experimentado un considerable cambio, hasta el punto de albergar esperanzas de salvación. Tal es así que, tras dar ya negativo en el control del virus, es él mismo quien recorre planta por planta del hospital con el móvil en la mano para conectar con videollamadas a los pacientes del Jiménez Díaz con los familiares directos, una terapia que confirma que además de pastillas el paciente necesita emociones en esa lucha descarnada contra el condenado bicho. Sí, definitivamente, hoy más que nunca, ¡olé tus huevos, Lucio!

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats