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La pluma y el diván

Reactividad psicológica

El comportamiento humano es una fuente inagotable de sorpresas. Los cambios, por pequeños o insignificantes que sean, pueden generar conductas diferentes en una misma persona ante situaciones similares. Pensamos que nos comportamos de una forma lineal y consecuente, cuando en realidad estamos sometidos a una gran cantidad de fuerzas, internas y externas, que pueden alterar nuestras acciones cotidianas.

Nuestro antivirus, el confinamiento, ha trastocado por completo nuestra forma de vida. Estamos aprendiendo a establecer nuevas rutinas para poder sobrellevar esta situación de la manera más óptima, pero nos sorprendemos a nosotros mismos de la capacidad de adaptación que podemos alcanzar en situaciones de crisis, cuando la realidad supera a la ficción.

Tenemos la convicción de que nuestro comportamiento es completamente equilibrado y que, ante una situación concreta que se repite, vamos a responder de forma parecida. En el fondo esto es así, pero hay una característica individual que modifica sistemáticamente este hecho, lo que llamamos la reactividad psicológica.

Somos reactivos cuando tenemos la más mínima sospecha de que estamos siendo observados por alguien. Cuando esto sucede cambiamos de forma automática nuestra forma de actuar. Es como si representáramos una obra de teatro, donde somos conscientes que los espectadores son nuestros críticos y tenemos que esforzarnos en no cometer el más mínimo fallo para que las críticas sean siempre positivas.

Un ejemplo singular lo tenemos con las tecnologías. Cuando participamos en una red social plenamente identificados procuramos mostrarnos al mundo mejor de lo que realmente somos, o por lo menos, eso es lo que intentamos. En cambio, cuando participamos de forma anónima esa tendencia se disminuye y solemos mostrarnos como realmente somos.

Otra situación más comprometida es cuando estamos en una entrevista de trabajo, donde sabemos que estamos siendo evaluados por el entrevistador y nos estamos jugando un posible puesto de trabajo. Nos intentamos mostrar mucho mejor de lo que realmente somos, minimizando al máximo cualquier defecto para amortiguar unas consecuencias negativas.

En el estado de confinamiento en el que nos encontramos, la reactividad se relaja porque estamos siendo observados por personas de nuestro entorno, que nos conocen, saben cómo somos realmente y a los que es mucho más difícil engañar con postureos o simulaciones. En el fondo, estar confinados un tiempo indeterminado puede ayudarnos a mostrarnos tal como somos. Este hecho puede fortalecer nuestra posición familiar y realzar virtudes que en otras situaciones podrían pasar desapercibidas.

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