Indudablemente, al hablar de los efectos del coronavirus, lo que más debe preocuparnos es nuestra salud y la de todos los españoles. Esto debe ser inapelable. Pero como economista empieza a preocuparme la situación económica que nos va a quedar después.

Con la entrada en vigor del último Real Decreto (Real Decreto Ley 11/2020) se paraliza el país casi por completo. Lo entendemos desde el punto de vista sanitario, pero las consecuencias económicas pueden ser devastadoras para España.

Cada semana de paralización económica por el coronavirus le cuesta a España entre 10.000 y 20.000 millones de euros, o entre el 0,8 y 1,6 puntos porcentuales de crecimiento del producto interior bruto (PIB). Dos meses de cierre supondrían un coste de entre 101.000 y 171.000 millones de euros, lo que rebajaría el crecimiento anual de la economía española entre 8,1 y 13,8 puntos porcentuales y si la paralización de la actividad económica por motivos sanitarios se prolonga tres meses, los costes se dispararían a una horquilla de entre 141.000 y 250.000 millones de euros, con lo que el crecimiento económico se reduciría en entre un 11,3 y un 20,0 puntos porcentuales.

Si las empresas deben cerrar por más de un mes, las caídas de la producción van a alcanzar rápidamente dimensiones equiparables a derrumbes que conocemos de recesiones previas y catástrofes naturales en la historia de la UE.

La crisis desatada por la pandemia global de Covid-19 lo cubre todo. Su incidencia a escala mundial es insoslayable y su incidencia mediática también. Pero en lo que se refiere a la economía de España, el colapso provocado por el nuevo coronavirus empequeñece a otros aspectos.

El desplome de todos los índices económicos, financieros y bursátiles deja ahora a un lado la difícil posición por la que realmente ya atravesaba el país, aplicando el refrán «nos llueve sobre mojado». El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado al cierre del primer trimestre del año en curso un informe estadístico en el que se esgrime que el Producto Interior Bruto (PIB) creció una décima menos de lo esperado y cuatro menos que en 2018: un 2% en 2019.

Por el contrario, la cifra del déficit público aumentó hasta el 2,7%, aumentando así por vez primera desde 2012. El dato supone agregar dos décimas al déficit registrado en 2019 y hasta siete sobre las previsiones del propio Gobierno español. En total, España acumula una deuda de 33.223 millones de euros. Dicho de otro modo, el país ibérico tenía ya de por sí muy difícil cumplir con el criterio fijado por Bruselas en materia de déficit para 2020 (un 1,8%) antes del estallido de la pandemia de coronavirus.

¿Podrá España recuperarse con cierta rapidez una vez se reanude la actividad económica? Podemos asegurar que de golpe es imposible. Para empezar, ahora mismo es muy pronto para calibrar con datos verosímiles la envergadura de la catástrofe. Desconocemos cuál va a ser el efecto en cadena.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que por cada mes que permanezcan paradas las actividades económicas consideradas no esenciales, el PIB de los países puede disminuir en tres puntos porcentuales. Según este organismo, es inevitable una profunda recesión en 2020.

Hay informes económicos que hablan de una caída de la inversión (en España) del 40%. Y si el PIB baja finalmente entre un 10% y un 15%, a ver cómo se hace la reconstrucción, los costes van a ser enormes y habrá que ver quién los asume. En definitiva y no pretendo ser negativo pero sí realista: esto más que una crisis, puede ser una catástrofe económica.