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La respuesta de los gobiernos al coronavirus divide a los intelectuales

La respuesta de los gobiernos del Occidente democrático al coronavirus con declaraciones de estados de alarma o emergencia divide a destacados intelectuales europeos.

Así, por ejemplo, mientras Alain Finkielkraut defiende las medidas de excepción decididas, entre otros, por el presidente francés, Emmanuel Macron, los también filósofos Giorgio Agamben y Peter Sloterdijk avisan de una deriva autocrática.

En declaraciones recogidas por el diario alemán FAZ, el francés Finkielkraut acusa a sus colegas de haber llegado a “conclusiones precipitadas” con sus críticas a las medidas gubernamentales porque la pandemia es algo que “no conocíamos, ni podíamos prever”.

Al mismo tiempo, defiende la primacía de la política frente a la economía puesta de relieve, según él, por dirigentes como Macron, a quien otro filósofo francés, Robert-Walter Redeker, ha responsabilizado, sin embargo, de que mucha gente se infectase al acudir a las urnas el 15 de marzo.

Finkielkraut no escatima las críticas a su colega alemán Sloterdijk, quien, en declaraciones al semanario francés Le Point, afeó a Macron la retórica belicista que éste utilizó para referirse a la pandemia.

“A veces nos equivocamos de guerra, decía Sloterdijk en esa entrevista. La lucha contra un virus nada tiene que ver con una movilización militar (…) La peste no frenó el progreso de Europa de la misma forma que un coronavirus mil veces menos peligroso no detendrá a China”.

Sloterdijk, que aconsejaba leer durante el confinamiento a Bocaccio (“El Decamerón”) y no, como hace Finkielkraut, a Camus (“La Peste”), acusaba también a la medicina de ser cómplice de una política totalitaria que está en la base del Estado de seguridad.

Finkielkraut califica de “cínicas” las críticas que hizo su colega alemán al cierre de escuelas, ordenado, según éste, por un soberano autócrata para el cumplimiento de un proyecto de sociedad, y recuerda que los menores pueden transmitir el virus a los mayores sin correr ellos mismos peligro.

Finkielkraut critica asimismo a Agamben, quien, en declaraciones recientes a los medios, calificó de “frenéticas, irracionales y totalmente inmotivadas” muchas de las medidas adoptadas por los gobiernos, equivalentes, según él, a un “auténtico estado de excepción”.

Podría decirse, afirmaba Agamben, que “una vez agotado el terrorismo como causa de procedimientos de excepción, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para ampliarlos más allá de cualquier límite”.

Agamben, afirma Finkielkraut, tiene a la “epidemia por un mero invento y critica el que las dos ideologías imperantes callen sobre el virus. Se refiere de ese modo a la Iglesia católica y al capitalismo, cuyo Dios es el dinero”.

Reprocha aquél a la sociedad, agrega el francés, que haya renunciado a sus “valores políticos y éticos”. Y lo hace “mientras cada día los periódicos italianos llevan de diez a doce páginas de esquelas mortuorias”.

Para Finkielkraut, el siglo XX nos ha enseñado “que la tontería no es lo contrario de la estupidez. Está la estupidez de los inteligentes y la de todos esos intelectuales que piensan encasillados en sistemas”.

Finkielkraut admite que puedan criticarse los fallos, la falta de preparación, las vacilaciones o las sobrerreacciones que pueda haber habido por parte de los gobiernos, pero sentencia: “No olvidemos que la incertidumbre forma parte de la existencia humana y que la vida es trágica”.

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