Hace menos de un mes, regantes, agricultores y ganaderos salíamos a la calle para denunciar la crisis que vive el sector exigiendo precios dignos para poder vivir. La sociedad, en general, nos apoyó.

Ahora, en muchísimos pueblos y ciudades de este país hemos pasado de víctimas a héroes en la crisis sanitaria del coronavirus. No solo nuestros productos son fundamentales para abastecer las líneas de venta, también por toda España se está ofreciendo maquinaria, primordialmente tractores, para ayudar a fumigar y desinfectar espacios comunes de los vecinos de nuestros pueblos: marquesinas de autobuses, fachadas de supermercados, edificios públicos, vías urbanas?

¿Qué ha pasado? La agricultura es tan solo el conjunto de actividades y conocimientos desarrollados por el hombre, destinados a cultivar la tierra. Su finalidad es obtener productos vegetales para la alimentación humana y del ganado; además de cuidar el medio ambiente.

Vuelvo a repetir la pregunta: ¿qué ha pasado? Pues algo muy sencillo: los agricultores y regantes queremos devolver, a la sociedad y a sus pueblos, el apoyo que recibimos a las protestas masivas meses atrás; así como el reconocimiento que tienen a nuestro trabajo, al contrario que nos demuestran algunos dirigentes políticos, que nos dan la espalda y hacen leyes contrarias a nuestra forma de vivir y manera de trabajar a lo largo de la Historia.

Porque los ciudadanos entienden que la agricultura no es tan mala, como últimamente nos quieren hacer ver. Porque el CO2 disminuye ahora en grandes cantidades y las vacas continúan ordeñándose, los cobertizos de los corderos están llenos... y si continuamos haciendo nuestro trabajo el ecosistema seguirá mejorando. ¿Dónde están ahora los del cambio climático que nos culpaban de todos los desastres naturales? ¿Por qué se anticiparon en la incertidumbre de la reducción de aportaciones sin esperar a que estadísticamente se corroborara?

Sí, es ahora, como siempre, el momento de que los agricultores y regantes revindiquemos nuestra humilde pero gloriosa historia y exponerla.

Las primeras civilizaciones ya se fueron asentando a lo largo de los grandes ríos, que además de facilitar agua potable servían para el suministro de riego. Civilizaciones como la egipcia, en el río Nilo; la Mesopotámica, entre el Tigris y el Éufrates; o la China, entre el Yangtsé y el Hoangho, desarrollaron técnicas propias que les permitieron transportar el agua, combatir las crueles sequías y controlar las avenidas.

El regadío y la producción de alimentos es una actividad de enorme importancia socioeconómica, pero también de gran relevancia cultural y ambiental. La construcción de infraestructuras de riego y la gestión del regadío es una gestión compleja que desde tiempos remotos ha implicado una organización institucional muy característica, lo que hoy se conoce como comunidades de regantes.

Una vez pasada esta terrible pandemia, dos problemas graves surgirán en la agricultura: 1. Precios para nuestros productos, vitales para la supervivencia y 2. Garantía de agua en cantidad y calidad, a un precio que sea viable abonar.

El agua es el motor que mueve a la agricultura, un sector de valor estratégico.

El agua en nuestra tierra son trasvases, y así podemos decir a los ciudadanos que «sí, con agua del Trasvase podemos vivir y poder estar en las calles con vosotros».

Para acabar quisiera dedicar mis últimas líneas a los dirigentes políticos: la agricultura social necesita agua. Y la necesita del Tajo-Segura. Sin limitaciones por sectarios políticos. Además, necesita un agua del Júcar-Vinalopó, pasado sin solución desde hace 600 años.

Que les quede claro, señores dirigentes políticos, que tienen una responsabilidad con para y por la gente, el pueblo español. Y la desalación no es la solución, a no ser que deseen llevarnos a la desolación.