He podido seguir estos días en directo, a través de la cadena de televisión CNN, el rifirrafe entre el presidente de EEUU, Donald Trump, y el demócrata Mario Cuomo, gobernador del Estado de Nueva York, el más afectado por la actual pandemia.

El contraste entre ambos políticos no puede ser mayor: me ha parecido siempre el primero una especie de sapo henchido de vanidad y autocomplacencia que, rodeado de aduladores, utiliza la tribuna de la Casa Blanca sólo para hacerse continua y gratuita publicidad..

Su profundo egoísmo, su crasa ignorancia, su desprecio del adversario político, al que continuamente injuria, su racismo anti-hispano, y su continuo recurso a la mentira le convierten en alguien al que ningún demócrata que se respete quisiera tener al frente de su país.

Cuomo produce, al menos en las conferencias de prensa, una impresión justamente opuesta: parece no sólo inteligente, analítico y elocuente, sino que transmite seguridad y, lo que es también muy importante en un político, humanidad.

A algunos, como el profesor de filosofía Andrew Levine, autor del libro "The American Ideology", Cuomo le recuerda a Franklin Delano Roosevelt, un dirigente pragmático que, en circunstancias también muy difíciles- tras la Gran Depresión- puso en prácticas que hoy muchos calificarían de socialdemócratas.

No era por supuesto Roosevelt un socialista: de origen patricio, creía en el capitalismo, y como buen pragmático, en el marco de la gran tradición filosófica norteamericana de Charles Sanders Peirce o John Dewey, estaba dispuesto a hacer lo necesario para salvar de si mismo al capitalismo, corrigiendo sus peores excesos.

Escuchando, pues, estos días al gobernador de Nueva York, me he preguntado cómo es posible que no figure entre los aspirantes demócratas a la Casa Blanca. ¿Cómo es posible que, habiendo en ese partido figuras como Cuomo, quien vaya a enfrentarse finalmente a Trump no sea él, sino alguien tan deslustrado como Joe Biden.

Con la inestimable ayuda de los medios llamados "liberales", la dirección demócrata ha hecho todo lo posible por frustrar la candidatura del autoproclamado socialista Bernie Sanders, como le ocurrió ya a éste en las últimas presidenciales, cuando competía por la nominación de su partido con Hillary Clinton.

No parecieron importarle los problemas que parecen aquejar a Biden: sus fallos de memoria, su frecuente confusión de nombres, que hacen pensar a algunos que podría padecer algún tipo de demencia senil que pudiera presentar problemas graves de llegar finalmente aquél a la Casa Blanca.

Pero ocurre que Biden puede ser también vulnerable por decisiones tan polémicas como su apoyo a la invasión ilegal de Irak o su participación desde el Senado, con Bill Clinton en la presidencia, en la elaboración de leyes que condujeron al encarcelamiento masivo de jóvenes afroamericanos. Por no hablar de ciertos escándalos relacionados con prebendas de sus familiares, entre ellos su hijo Hunter.

Nada de eso parece que importase demasiado al "establishment" del partido demócrata, cuya única obsesión hasta ahora parecía ser parar como fuera a Sanders, el candidato considerado más radical por muchas de sus propuestas, lesivas para los intereses de la gran banca, la industria farmacéutica y los seguros de salud.

Llegados a este punto, descartado Sanders por demasiado radical para el sistema, hay quien, como el antes citado Andrew Levine, hacen el ejercicio teórico de preguntarse (1) si no sería posible presentar todavía frente a Trump al gobernador de Nueva York, cuya popularidad no ha dejado de crecer por su actuación en la actual pandemia, en la que no ha dudado en criticar duramente al Presidente..

No pasa en cualquier caso de ser un deseo piadoso porque la suerte está, como se dice, echada: la nominación de Biden se da por prácticamente segura tras sus victorias en las últimas primarias celebradas. Y sería muy difícil, en medio de la actual pandemia, intentar promover en el último momento una candidatura alternativa. Tal vez la dirección demócrata tenga que lamentarlo algún día.

(1) En la publicación digital norteamericana CounterPunch.