«Conectamos mares para unir personas y transformar el mundo». La frase, convertida en lema, luce a modo de presentación en la red social que, de tanto en tanto, utiliza el naviero dianense Adolfo Utor. Ese mensaje alcanzó ayer su máxima expresión cuando, sobre las 7:45 horas de la mañana, el ferry Nápoles de Baleària, la compañía que preside con sede en Dénia, desembarcaba en el puerto francés de Sète a 326 personas procedentes de Tánger, el puerto marroquí donde aguardaban sumidos en la desesperación desde quince días antes. Apiñados en un parking a diez kilómetros de la estación marítima, pasajeros con distintas nacionalidades -en su mayoría franceses, holandeses, suecos, italianos, belgas y suizos- que llegaban al punto de partida para regresar en barco a sus respectivos países, quedaron recluidos desde el pasado día 13 de marzo en sus caravanas y vehículos al coincidir su salida con la alerta de la epidemia Covid-19, que obligó a Marruecos a cerrar fronteras al tráfico de pasajeros. En esas condiciones fueron pasando los días hasta que, en torno a Baleària, logró activarse un plan de emergencia para propiciar la salida, que contó con la participación de la delegación de la Unión Europea y los departamentos de Asuntos Exteriores de Francia y Marruecos, toda una labor de equipo bien coordinada que requería un esfuerzo extra centrado en la prevención y en la desinfección de vehículos, tareas imprescindibles para garantizar un viaje seguro y, sin lugar a duda, especial.

Metidos en harina y cumpliendo con las exigencias de la misión, Baleària, que desde 2005 opera con dos rutas de enlace con Marruecos (Tánger-Algeciras y Nador-Almería), optó por enviar el barco que cubre el trayecto Melilla-Málaga, un ferry remotorizado a gas bautizado como «Nápoles», que el pasado lunes partió del puerto de Tánger con destino a Sète con personal médico a bordo. Mientras tanto, se adoptaron las medidas de prevención que marca el protocolo de Sanidad con controles de temperatura a los pasajeros. Todos ellos embarcaron sin síntomas asociados al virus. El «Nápoles» partió el pasado domingo a las 21 horas del puerto de Tánger y atracó ayer en suelo francés poco antes de las ocho de la mañana entre emotivas escenas de los 326 pasajeros que, tras dieciocho días de aislamiento en un parking, culminaban el regreso a sus hogares.

No es la primera vez que Baleària extiende su brazo para colaborar en misiones con contenido humanitario. En septiembre de 2015 puso un barco con capacidad para 1.200 personas a disposición del gobierno de la Generalitat Valenciana ante la necesidad de evacuar refugiados sirios de la isla griega de Lesbos. Sin embargo, aquella iniciativa quedó frenada por orden de la administración central que, a través de la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, expuso que se «trataba de un procedimiento europeo». En esta ocasión, con la delegación europea cooperando con Marruecos y Francia, no solo no ha habido impedimento, sino que Baleària prepara ya un segundo viaje este próximo jueves desde Tánger a Sète para trasladar a más ciudadanos europeos que tratan de volver a sus casas. Siguen fieles a su lema: «Conectamos mares para unir personas y transformar el mundo».