Cada vez que aparece Pedro Cavadas por algún lado abro los ojos y retengo la cita. Fue el primero que nos hizo levantar la ceja sobre el coronavirus a finales de enero, antes de que la pandemia fuera declarada como tal, y mucho antes de que la alarma saltara en nuestra puerta. Por aquel entonces, en declaraciones a la Sexta con ese atuendo de militar de campaña que suele vestir y que en esta ocasión encajaba como nunca para trasladar sus presagios de escenario de guerra, el reconocido médico alertaba que la manera de proceder de las autoridades chinas con la epidemia desatada en Wuhan no casaba con el proceder frente a un problema vulgar o doméstico. A modo de introducción, el valenciano recordaba que la evolución biológica contempla a lo largo de la historia pandemias que diezman la población, y que las sospechas de una futura plaga recaían en una mutación de la gripe. Dicho esto, Cavadas ahondó en los motivos que le inducían a pensar en un escenario de terror que se desperezaba en Asia: 1-. Cuando China aparenta transparencia, hay que preocuparse. 2-. Si sus autoridades reconocen una cantidad, no hace falta ser muy listo para saber que hay que multiplicar por diez o por cien. 3-. Cuando en Wuhan ponen en marcha 800 excavadoras para construir un megahospital en tres semanas al tiempo que contienen a 40 millones de personas en un rincón, es porque existe un buen motivo. Fin de la cita.

Tras escuchar los argumentos en boca del cirujano, unos resoplaron mientras que otros, incluyendo una parte de la comunidad científica -entre ellos, el hoy mediático epidemiólogo Fernando Simón- pusieron en entredicho la alarma levantada. Ahora, los acontecimientos, encargados con el tiempo de dar y quitar razones, se inclinan ante el cirujano plástico.

Desde entonces, dado el tino en la predicción, no oculto que otorgo a Cavadas elevada credibilidad, mayor simpatía y, sobre todo, escucho con atención lo que de vez en cuando decide contar. Y, miren por donde, justo ayer, coincidiendo con el cumpleaños de Amancio Ortega, celebrado con gestos de agradecimiento en muchos balcones de ciudadanos confinados de este país, vuelve a intervenir la hemeroteca para recordar otra aparición del cirujano a raíz de la polémica suscitada por unas declaraciones de Pablo Iglesias rechazando las millonarias donaciones del empresario gallego a la Sanidad Pública.

Cavadas decía así: «No son comprensibles esas críticas. Lo siento mucho, pero los gestos honestos son beneficiosos, los haga quien los haga, te caiga bien o te caiga mal. Que una persona done su dinero, ese que puede emplear en lo que quiera, a la Sanidad Pública para el bienestar de sus semejantes, es digno y elogiable. Y a quien critique eso, quien diga que la Sanidad no puede depender de limosnas, solo le deseo que nunca tenga un familiar con una patología que requiera de esa tecnología donada, porque si lo tuviera, no diría una tontería de ese calibre». Fin de la cita.

Dicho esto, en nombre de Cavadas, de millones de ciudadanos y en el mío propio, le deseo, don Amancio, que cumpla usted muchos más.