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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Priorizar, otro verbo del terror

Priorizar. Escuchar la palabra produce pánico. Unido a la pandemia, el verbo eleva la temperatura en el barómetro del terror. Asumir que se den situaciones que obligan a anteponer a unos frente a otros a la hora de elegir quién debe ser atendido en primer lugar, sacude el alma. En las emergencias, grandes catástrofes, pandemias... el médico contrae una responsabilidad de decisión: ante un enfermo que tiene un 50 por ciento de posibilidades de salvar su vida frente a otro que tiene 10, se escoge volcarse con el primero. Probablemente sea la manera más racional de proceder en una situación de urgencia desbordada, pero no deja de causar pavor y de bendecir la suerte de no ser tú a quien el destino ha colocado frente a semejante tesitura. Sobre esas tablas, en esta guerra desatada por el coronavirus, la población anciana tiene las de perder, es la más vulnerable. Nada señala que en Alicante se ha llegado a esos extremos, pero en otros lugares del país la avalancha de tocados por la Covid-19 ha desbordado de tal forma los servicios sanitarios que al trasluz van apareciendo víctimas amontonadas en la particular cuneta de esta cruenta guerra. Mi amiga Nuria me exponía ayer el caso de un matrimonio madrileño que tenía previsto disfrutar la Semana Santa en Benidorm. Ana y Jose, ama de casa y jubilado de la Peugeot, enamorados de Alicante, ya tenían su habitación reservada en el hotel President como cada marzo/abril de los últimos cincuenta años para pasar esos días junto a sus mejores amigos, los Montes. No pudo ser. Ambos, acompañados por uno de sus hijos, ingresaron en uno de los saturados hospitales del cinturón de Madrid a mediados de la semana pasada. Quedaron confinados en dos camas de una misma habitación. Jose falleció tres días después; su inseparable Ana, a su lado, siguió el mismo camino unas horas más tarde tras ser sedada por haber entrado en «situación irreversible», según comunicaron a sus familiares. Hoy, el hijo que les trasladó al hospital lucha por su vida en un rincón perdido de IFEMA, donde ha quedado habilitado un centro sanitario de urgencia. Seguramente, el caso de Ana y Jose es uno más entre los cientos y cientos que iremos conociendo cuando el cielo vuelva a ser azul y aparezca el arcoíris, un caso más de esos que lamentaremos comprobando cómo se fue quedando en la cuneta tanta gente de esa generación que trabajó toda su vida para dejarnos un país mejor.

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