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Opinión

Pere Rostoll

¿Acabó la tregua?

Menos mal que el debate en el Congreso para alargar durante otros quince días el estado de alarma empezó ya de noche, acabó entrada la madrugada y, gracias al buen juicio ciudadano, tuvo poca audiencia. Menos mal, insisto. Los que optaron por seguir esa eterna sesión parlamentaria puede que acabaran el día más preocupados de lo que lo empezaron. Y con serias dudas, desde luego, sobre la salida del túnel de esta pesadilla sanitaria.

Pedro Sánchez pidió apoyo al decreto con una intervención en la que, en realidad, fue incapaz de afrontar el principal problema que tiene hoy sobre la mesa: limitar aún más la actividad. Una parada drástica para despegar antes. Ya falló con el sellado de Madrid. Tenía que haber cerrado el principal foco de contagio de España. No lo hizo. Y provocó el trasvase de casos a territorios como la Comunidad Valenciana. Ahora le ocurre lo mismo con la decisión estratégica de endurecer el confinamiento, medida que defiende, además de parte importante de sus ministros, el propio Ximo Puig.

En el otro lado, la derecha transmitió síntomas de acabar con la tregua. Quiere sacar rédito en el punto más duro de la crisis. Ni Pablo Casado ni Santiago Abascal aportaron una sola propuesta. Al contrario: se envolvieron otra vez en la bandera ideológica. Como sería la cosa que la valenciana María Muñoz, diputada de Ciudadanos, y Gabriel Rufián, portavoz de ERC, fueron los mejores y, desde luego, los más sensatos en la tribuna. «No lo arreglaremos ni con la rojigualda ni con la estelada», lanzó el parlamentario republicano catalán. Amén.

P .D. Hace tres semanas escribí que cuando pase este virus, Puig debe valorar el futuro de Ana Barceló en Sanidad. Ya vendrá. Pero eso es una cosa. Y otra muy diferente ensañarse por una frase desafortunada con alguien que está en la sala de mando de una de las crisis sanitarias más graves de la historia, bajo presión extrema y en unas circunstancias personales durísimas. Y por cierto: con una gestión mucho mejor que la del Gobierno de España. Se equivocó con esa declaración. Lo sabe. Pidió perdón dos veces. Y le honra. Otros ni se hubieran disculpado. Nunca.

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