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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Solidaridad

Situaciones extremas como la que estamos viviendo traen aparejadas oleadas de acciones solidarias. Algunas encierran intereses ocultos, otras aparecen envueltas en papel noble, así que se trata de apartar el grano de la paja. Generalmente, las que pertenecen al último grupo no llevan aparejada mucha publicidad, se conocen de manera casual o por parte de terceros que se inclinan ante la iniciativa y completan la genuflexión poniéndola en conocimiento de los medios o las redes sociales, que las hacen virales. A mi wasap llegó el martes una iniciativa a través de un amigo que suele visitar Benejúzar. En esa localidad de la Vega Baja, concretamente en su instituto, un reducido grupo de profesores se movilizó ante la alarmante carencia de material sanitario en los centros hospitalarios. Con esa inquietud golpeándoles el pecho, varios miembros del personal docente - Antonia Clemente, José Vicente Sarmiento, Isabel Cutillas y Martín Murcia- se pusieron manos a la obra para dar carrete a la tecnología 3D con sus dos impresoras, realizando visitas al centro educativo en turnos de mañana y tarde para revisar el trabajo de las máquinas. El fruto de tal acción quedó transformado en viseras perfectamente homologadas y en mascarillas. No era el kit chino que comenzaron a descargar ayer en Valencia, pero sí un digno material que con voluntarioso esfuerzo quedó a disposición del personal sanitario del Hospital de la Vega Baja y la policía local del pueblo en un momento de carencia, en el que cualquier pieza de protección se valoraba como oro en paño. Iniciativas como esta se han multiplicado a lo largo del territorio de la Vega Baja (Torrevieja, Pilar de la Horadada, el propio IES de Callosa de Segura?) haciendo doblemente valiosas esas prendas que salvan vidas a los que salvan vidas.

La mancha solidaria se extiende en todos los terrenos. Por otra vía altruista se está moviendo Sergio Fabra, un joven alicantino que acabó Ingeniería de Caminos durante la crisis económica que arrancó en 2008. La situación que atravesó entonces el país le condujo a la encrucijada: o salía pitando de España a algún otro rincón que presentara un panorama más alentador en su sector o ideaba algo para sobrevivir cerca de su casa. Finalmente resolvió quedarse y se reinventó como profesor creando una academia para preparar a estudiantes de bachiller y futuros ingenieros desde un pequeño local de un barrio alicantino. Tras ver coronada con éxito la decisión que adoptó en aquel momento, ahora ha decidido colaborar de forma desinteresada en esta nueva etapa de nubarrones con clases gratuitas de apoyo online a esos estudiantes que ahora permanecen en sus casas preocupados por la selectividad o por acabar la carrera. Más de mil han tocado a su virtual puerta.

Son solo dos ejemplos, pero se pueden citar muchos más, extendidos y decididos en todos los ámbitos imaginables y por todos los confines para plantar cara a las garras del Covid-19. Ahora, ayudar a los demás es como ayudarse a uno mismo porque la solidaridad, más que nunca, es la fuerza de los débiles. Y, de momento, no lo olvidemos, la situación no admite duda: el fuerte sigue siendo el virus.

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