El sector del calzado no es ajeno a la situación económica de efectos impredecibles que estamos viviendo, de ahí su gran preocupación. Nadie podía imaginar que una crisis sanitaria llegaría a tener el impacto que ha tenido en nuestra economía, pero así ha sido. Ahora toda ayuda es poca, desde luego, para lograr que nuestro sector salga adelante cuando este escenario quede atrás. Cada resquicio que tengan las empresas a su favor debe ser aprovechado para tratar de superar con la mayor entereza posible esta situación.

La pandemia del coronavirus ha herido a las cadenas que sostenían esta industria, provocando la falta de suministro en materias primas, la paralización de unidades productivas, la cancelación de pedidos e incluso el aplazamiento en el pago de pedidos que ya habían sido suministrados. A estos daños, se suma además la caída de consumo no solo dentro del territorio nacional, sino también en el mercado europeo, donde se concentra más del 70% de las exportaciones de calzado español, lo que convierte a este destino en un punto clave y verdaderamente estratégico para el sustento de este sector.

Y en este turbio frente que se presenta ante las empresas se atisban nubes de incertidumbre. Una incertidumbre que nace de no saber exactamente hasta cuándo se va a prolongar esta situación en el tiempo, situación que será temporal y que acabará por pasar y restablecerse, de eso no hay duda. Pero aquí lo difícil, lo más complejo, es predecir hasta cuándo va a durar la parálisis de la economía y cuándo la actividad económica va a volver a caminar con normalidad.

El calzado, y sus empresarios, ha superado muchas crisis en su historia, y esta es una crisis más que también superará. Su adaptabilidad, su resiliencia? lo hará posible. Las empresas entendieron que en la crisis de 2008 se tenía que apoyar al comercio minorista para reequilibrar los canales de consumo, y en esta ocasión también tienen claro que será imprescindible ayudar al comercio minorista, un cliente tradicional en este sector. Pero para que este apoyo pueda materializarse, las empresas necesitarán medidas económicas específicas para ello.

Hay cuestiones que las medidas estatales no podrán paliar como son las relativas a la logística, fundamentalmente por falta de suministros o materias primas que proceden de otros países. Pero hay otras que sí, como el abono de las facturas y devoluciones pendientes por parte de las administraciones públicas o el refuerzo de las medidas de aplazamiento tributarias. Esto nos ayudaría, y mucho, a soportar el impacto que esta crisis va a generar en nuestra industria y a aliviar las tensiones en la tesorería que las empresas van a tener que soportar.

Por todo ello, y ante esta situación, el sector empresarial y, en concreto, la industria del calzado, esperaba medidas de apoyo por parte de las administraciones. Propuestas que han llegado a través del Real Decreto Ley 8/2020, y que estamos analizando con detenimiento para conocer su grado de concreción y aconsejar así a las empresas sobre las posibles vías de financiación que se ponen a disposición de ellas en este documento.

El peso del calzado en la economía española no es baladí, y como tal debe ser tenido en cuenta. La inmovilización del consumo a nivel europeo es una realidad que está conduciendo de forma obligada a nuestras empresas a detener su actividad y esta parálisis exige adoptar medidas en materia laboral entre las plantillas que, aun siendo desagradables y lamentables, son necesarias para su supervivencia. La agilización de los ERTE se posiciona como algo crucial, por tanto, para el sector.

Sabemos cuáles son los problemas que amenazan a nuestra industria, pero igualmente sabemos qué soluciones pueden contribuir a minimizar las consecuencias de esta crisis. Apliquemos las medidas que tenemos a nuestro alcance, si es necesario que se amplíen las ya existentes, y caminemos juntos hasta conseguir que este sector se reponga por completo de este duro escollo que acaba de encontrar a su paso.