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Dos discursos sin contenido

Los mensajes a la nación de Felipe VI y Pedro Sánchez

En esta difícil coyuntura, con la pandemia avanzando imparable, todos esperábamos del Jefe del Estado y del Jefe del Gobierno unas comparecencias que animasen a resistir y transmitieran confianza en las instituciones llamadas a combatirla. Es decir, pocas y escogidas palabras que tuvieran la virtud de estimular los mejores y más altruistas sentimientos e introducir en el debate las dosis más elevadas posibles de sentido común y racionalidad. Desafortunadamente, ninguno de los dos estuvo a la altura requerida. El discurso del Rey, dos días después del escándalo de la renuncia a la "herencia podrida de su padre" (así la califica un cronista) fue un compendio de vaguedades y frases huecas. Muy en la línea de los obligados mensajes de Navidad. Y el discurso del Jefe del Gobierno un soporífero latazo plagado de incoherencias que no venían a cuento. ¿A que vino poner en relación la pandemia del "coronavirus" con las cifras de ahorro de queroseno en las estaciones de servicio, la buena resistencia de la red de fibra óptica española al aumento del tráfico de datos, el incremento del consumo eléctrico en los hogares y el subsiguiente descenso en los centros de trabajo, o la notable disminución del número de viajeros por ferrocarril? Y lo mismo cabe decir de la rueda de prensa que siguió al discurso. Se le preguntaba por una cosa y respondía con otra que no tenía nada que ver. Y todo ello acompañado de un gesto crispado en el que era perceptible el esfuerzo para que la mandíbula no se desencajase. Dado que esas dos altas magistraturas (me refiero, por supuesto, al Rey y al Jefe del Gobierno) tienen, entre otros cometidos, la encarnación simbólica del Poder, bueno sería que en sus respectivos equipos de asesoramiento hubiese alguien con sentido de la oportunidad. Alguien que supiese cuando hablar y cuando callar porque el exceso de presencia en los medios quema. A Felipe VI en vez de la sosera intrascendente de su alocución le hubiera bastado con servirnos unas imágenes de su visita a un hospital para apoyar a los que luchan denodadamente en primera línea contra la pandemia. Y al señor Sánchez con dejar paso a portavoces científicos de probada competencia en la materia. Lo hubiéramos agradecido. Para nuestra desgracia, a los problemas que plantea la pandemia, se ha unido ahora la rebelión de algunas comunidades contra el mando unificado del gobierno central al que reprochan incompetencia en la gestión de los medios necesarios para combatirla (mascarillas, respiradores, y batas). Y lo hacen hasta el punto de contratar en China esos utensilios advirtiéndole de paso que se abstenga de bloquear su reparto, como ha dicho la inefable presidenta de Madrid, señora Ayuso. El asunto es de una gravedad política, y posiblemente también penal, extraordinaria, pero pone de manifiesto que las promesas de no judicializar la contienda política, por parte y parte, nunca fueron sinceras. Un ministerio de Sanidad sin competencias (todas han sido transferidas) y 17 sistemas de salud autonómicos con criterios distintos van camino de arruinar lo que fue un servicio admirable. Y menos mal que la profesionalidad y el compromiso de quienes lo sirven permite albergar la esperanza de que esta grave crisis se supere.

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