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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Adiós sin despedida

Hace años salió victorioso tras una dura batalla contra el cáncer de pulmón. Y solo han transcurrido unos días desde que abandonara sonriente la clínica tras someterse a un tratamiento menos grave. Flaco, erguido y de hierro, su yerno le echaba en cara, con todo el cariño del mundo, que a sus 85 años los vaqueros le sentaban mejor que a él. Pero Benito Joanet, el histórico entrenador del Hércules, se nos fue a última hora del domingo al perder el pulso con el coronavirus, ese inesperado enemigo que entró en su Liga por la supervivencia para retarle en un último partido que no tuvo tiempo de preparar. La desolación en momentos como el que nos toca vivir dobla la apuesta. Caen los nuestros y ni siquiera podemos estar junto a ellos. ¿Existe algo más cruel? Me pasé el domingo por la noche atendiendo llamadas de futbolistas de los años 70, que coincidieron con Joanet en Alicante, compartiendo los desconsolados lamentos no solo por el fallecimiento del amigo y profesor, también por no poder rendirle honores en la despedida. La epidemia no se detiene matando, se recrea con un aislamiento despiadado que también martiriza a los allegados.

Benito era un tipo formidable. Tras superar el cáncer se unió a la Asociación que lucha contra esa enfermedad para colaborar como voluntario, junto a su mujer, Mari Sol, visitando y dando ánimos a los enfermos que pasaban por ese trance en el Hospital General de Alicante.

En su faceta profesional, entrenó a varios equipos en la elite repartidos por toda la geografía nacional, pero siempre mantuvo su cuartel general en Alicante desde que aterrizara en 1974 para acompañar a Arsenio Iglesias en la misión encomendada por José Rico Pérez de situar al Hércules en un lugar honorable. ¡Y vaya si lo consiguió! La exitosa trayectoria marcada en aquella época, hace más de cuatro décadas, jamás pudo ser igualada en el club alicantino. Asimismo, además de éxito y profesionalidad, Joanet almacenó en su mochila una innumerable lista de experiencias y anécdotas, merecedoras de figurar en la mejor historia futbolística de nuestro país: Tuvo que capear con la irresolubre indisciplina del salvadoreño Mágico González, un fenómeno de masas en Cádiz al que había que buscar y despertar para llevarlo al entrenamiento. Asimismo, durante una segunda etapa en el banquillo del Hércules, a finales de los años 70, un conocido empresario bético planteó secuestrar a su hija el día de su primera comunión para presionarle antes de un partido en el que el Betis se jugaba la permanencia en Primera. Historias, mil y una, que decoran la trayectoria profesional de un legendario deportista que hoy no podrá ser despedido, pero, al menos, siempre será recordado.

Descansa en paz, Benito.

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