Son motivo de la actual crisis sanitaria provocada por la expansión del Covid-19 o coronavirus, las organizaciones agrarias hemos suspendido temporalmente las protestas del campo en todo el territorio español. Protestas que desde que comenzara el año 2020 se estaban produciendo en cascada en todas las ciudades para defender unos precios justos y dignidad para el campo.

Después de mucho trabajo y esfuerzo, créanme, movilizar a los cientos, miles de agricultores y ganaderos con sus tractores no ha sido nada fácil, al fin, sentíamos que algo había empezado a cambiar, que estábamos sacudiendo conciencias y que nuestros políticos, al menos, comenzaban a inquietarse ante la mayor movilización del sector a nivel estatal que se recuerda en muchos años. Prueba de ello son los primeros pasos de un paquete de medidas que contemplaba la reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria y que, aunque de momento nos parecía insuficiente, ya ponía sobre la mesa a los agricultores y ganaderos, los eternos olvidados. Por otra parte, creo que también habíamos conseguido la atención de los medios de comunicación y, en consecuencia, habíamos llegado a la sociedad, que empezaba a ser consciente y a molestarse por pagar, en muchos casos, un 900% más por los productos que consumía con respecto a su precio de origen, haciendo, al menos, inquietarse a la todopoderosa gran distribución.

Ahora, por cuestiones de vital importancia derivadas de una situación grave de salud pública, había que parar y así lo hemos hecho. Porque entendemos que, al igual que los sanitarios, los farmacéuticos, los transportistas y otros sectores imprescindibles, tenemos una gran responsabilidad con nuestro país en esta crisis, y es la de garantizar la producción de alimentos, si es necesario, trabajando más para que nada falte en los lineales de los supermercados el tiempo que esto dure.

Igual ahora nuestros gobiernos se enteran de que ante una crisis de este calibre de dimensiones mundiales, que ha vuelto a levantar fronteras donde hacía años que habían desaparecido, donde el cierre de países ya es una realidad? no es nada aconsejable ni tranquilizador que nuestra alimentación dependa de terceros países, que somos un sector estratégico y es su deber protegernos. También, quizás hoy nuestros políticos entiendan el verdadero sentido de las protestas que nos han sacado a la calle y que nos han hecho gritar: « asta de ser moneda de cambio en Europa»; «Basta de tratados con terceros países que introducen sus productos en plena campaña española, hunden nuestros precios y lo hacen generando una competencia desleal gravísima»? políticas que están destruyendo todo el tejido productivo del sector primario y que en situaciones como la actual podrían generarnos problemas graves de abastecimiento.

Es posible que cuando superemos esta situación nuestra sociedad cambie para siempre. Espero que uno de esos cambios sea valorar todo aquello que antes pasaba desapercibido porque lo dábamos por sentado como, por ejemplo, que los productos no crecen en las estanterías de los supermercados, que los tenemos gracias a esas mujeres y hombres del campo que todos los días del año, entre semana, festivos, fin de semana, haga sol, llueva? salen a trabajar la tierra para hacer crecer los alimentos con los que llenamos nuestras despensas y para producir carne, leche, huevos, naranjas (fuente de vitamina C para combatir todo tipo de virus) y frutas y hortalizas frescas. Hoy, mientras la mayoría de nosotros estamos confinados en nuestros hogares para evitar contagiarnos y propagar el coronavirus, también están trabajando. Y lo hacen precisamente porque saben perfectamente lo que son, el primer eslabón, el sector primario, sector estratégico, el que no puede fallar ni en las perores circunstancias?

Por ello, espero y deseo que después de esta crisis recobren la importancia y el reconocimiento que merecen, que se sientan retribuidos por su trabajo, que perciban unos precios justos por sus productos y que ninguno más tenga que desaparecer, porque el abandono gradual de miles de explotaciones agrarias y ganaderas que se ha producido en los últimos años han convertido a España en un país más débil, menos autosuficiente. Aunque haya tenido que ser en estas indeseables circunstancias, es posible que hoy todos entendamos y nos concienciemos un poquito más del peligro que supone para un país dejar caer a quien nos da de comer.