La mayoría de problemas que atiendo en mi consulta de psicología infantil tienen que ver con el comportamiento desafiante, oposicional o desobediente de los niños. Cuando en mi primer encuentro con los padres pregunto sobre las situaciones en las que el niño muestra esa conducta, los padres responden: «Siempre». Que el problema se haya mantenido tanto tiempo ha producido en los padres la sensación de que el niño se comporta así todo el rato, que es algo que va con él. Y esta falsa idea no es positiva para poder mejorar el problema.

Piensa en un vaso lleno hasta arriba de agua. Imagina que lanzáramos una gota de tinta negra dentro del vaso, solo una gota. ¿Qué ocurriría? Se expandiría poco a poco hasta enturbiar todo el contenido del vaso. Es solo una gota diminuta, pero ha sido capaz de cambiar la apariencia de todo el vaso. Algo parecido ocurre con los niños con problemas de conducta, que en la mayoría de los casos pasan la gran parte de su día a día comportándose adecuadamente, relacionándose de manera positiva y obedeciendo. Sin embargo, sus comportamientos desobedientes, desafiantes o agresivos «enturbian» el resto de cosas buenas que realizan a lo largo del día.

Como padres, debemos desarrollar la capacidad de actuar tanto en los comportamientos que no queremos en nuestro hijo como en aquellos que deseamos potenciar. Un ejercicio para conseguir este objetivo es prestar atención a la obediencia del niño. Prueba a dar una orden sencilla al niño y elógialo cuando comience a obedecer, utilizando cualquier expresión o gesto que sea recibida positivamente por el niño. También puedes elogiar cuando el niño realiza un comportamiento positivo sin que nadie se lo haya dicho, como guardar los juguetes o recoger la mesa, o bien cuando hace algo positivo que no es habitual, como jugar de manera positiva con su hermano pequeño.

Además de elogiar, es muy útil usar apoyos visuales para desarrollar este ejercicio. Puedes utilizar un bote de cristal para introducir un punto verde cada vez que el niño emite un comportamiento positivo y un punto rojo si es negativo. Que el bote sea transparente te permitirá observar qué color predomina. En general, la mayoría de esos puntos serán verdes, salpicados por algún punto rojo. Ahí no corremos el riesgo, como en el ejemplo del vaso, de que los puntos rojos lo «impregnen todo». Algunas de mis familias más creativas han usado incluso piezas de lego de colores que introduce el propio niño en función de su comportamiento. Una manera divertida de implicar al niño en el cambio de comportamiento, y una manera gráfica de atender también a sus virtudes y conductas positivas.