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Luis M. Alonso

Propagación del catarro

¿Hemos llegado tarde al Covid-19? El secretario de Salud de Estados Unidos, Michael Leavitt, dijo en 2006, a propósito de la gripe aviar: "Cualquier cosa que digamos antes de una pandemia es alarmismo; todo lo que decimos después resulta inadecuado". El gobierno chino, a pesar de sus errores iniciales, puso en marcha medidas racionales para contener la propagación del virus desde su origen en Wuhan. Cierre total de escuelas y transporte público, prohibición de grandes reuniones de cualquier tipo, aislamiento, contactos rastreados y cuarentenas estrictas. Se construyeron enormes hospitales en menos de quince días y se garantizó el suministro de oxígeno y ventilación sin importar los costes.

Los médicos se desplegaron por todo el país, trabajando horas extraordinarias. El incumplimiento dejó de ser una opción. Corea del Sur, parece, está demostrando lo que debe hacer un país de tamaño mediano con un gobierno democráticamente eficaz. Enseguida se puso a educar sobre el autoaislamiento, prohibió las grandes reuniones, se restringieron los viajes y aumentó la capacidad hospitalaria.

El esfuerzo principal ha sido realizar pruebas rápidas y eficientes. Detectar y aislar casos leves retrasa la propagación del catarro y reduce la proporción de la población infectada. Todos coinciden en que mientras no se descubra la vacuna masiva con que destruir el virus de manera eficaz la mejor arma para combatirlo es la distancia social. Pero seguimos dándonos la mano y besándonos en las mejillas de manera arriesgadamente afectiva, cuando no compramos papel higiénico en cantidades industriales con un sentido grotesco del acaparamiento, algo que parecía haber pasado a la historia de la posguerra. Y así estamos.

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