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Joaquín Rábago

Una OEA escorada a la derecha trumpista

Con su actual secretario general, el político uruguayo Luis Almagro, la Organización de Estados Americanos (OEA) parece más dedicada a complacer a Donald Trump que a velar por la democracia en aquel continente.

El último ejemplo lo tenemos en Bolivia, donde la misión enviada por la OEA para observar las elecciones presidenciales se apresuró a hablar de pucherazo, justificando de ese modo el sangriento golpe de Estado contra el presidente Evo Morales.

A esa conclusión ha llegado un grupo de expertos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), especializado en el análisis de resultados electorales y de la que han dado cuenta diarios tan poco sospechosos de izquierdismo como The Washington Post.

Frente a las denuncias de manipulación presentadas por la OEA, los expertos del MIT califican en su análisis de "altamente probable" que Morales hubiera obtenido una ventaja del 10 por ciento frente a su rival, lo que le daba derecho a su reelección sin esperar a una segunda ronda.

El secretario general de la OEA, sin embargo, no dudó en acusar al primer presidente indígena del país andino de "fraude electoral", justificando de ese modo el levantamiento de las clases medias tradicionales con el apoyo de la policía, del Ejército y de la Biblia contra su Gobierno.

Según otro diario estadounidense, Los Angeles Times, el embajador de Trump ante la OEA maniobró en su día para que su misión de observadores hablase de "fraude". La organización, con sede en Washington, no ha comunicado hasta ahora los detalles solicitados por los medios, entre otros el nombre de los enviados a supervisar los comicios.

Pero el caso de Bolivia dista de ser el único en el que la OEA ha dado muestras de su actual sesgo político. Hay otros: por ejemplo, lo sucedido en Honduras cuando el presidente Juan Orlando Hernández se presentó a reelección gracias a un fallo de la Corte Suprema de Justicia que declaró inaplicable un artículo de la Constitución que vetaba esa posibilidad.

Después de que se anunciara que el candidato de la oposición, Salvador Nasralla, iba claramente por delante en aquel escrutinio, el Tribunal Electoral del país centroamericano lo suspendió y anunció la victoria de Hernández.

La OEA cuestionó en un principio la reelección de Hernández y el propio secretario general, Almagro, demandó nuevas elecciones, pero se echó atrás cuando el Gobierno de Donald Trump apoyó la decisión del tribunal, felicitó a aquél por su supuesta victoria y animó a otros gobiernos a hacer lo mismo. La consecuencia: nuevas violaciones de los derechos humanos y un éxodo de miles de hondureños.

Tampoco está clara la actitud adoptada por la OEA en las elecciones municipales del pasado febrero en la República Dominicana: la Junta Electoral de ese país suspendió los comicios y los reprogramó para marzo después de que muchos nombres de candidatos no aparecieran en las papeletas electorales, algo achacado sólo a "fallos técnicos".

La OEA prometió estudiar lo ocurrido sin que hasta ahora parezca haberlo aclarado pese a las protestas de muchos ciudadanos del país caribeño, preocupados por lo que pueda suceder en las próximas elecciones generales, previstas para mediados de mayo.

A diferencia de la actitud adoptada en el caso de Bolivia, denuncia la periodista Laura Carlsen, directora del Americas Program, el secretario general de la OEA no habló esta vez de "abusos" o "manipulación" sino que se limitó a apoyar la decisión de la Junta Electoral de fijar una nueva fecha.

Según sus críticos, el fallo favorece al gobernante Partido de la Liberación Dominicana y al presidente del país, Danilo Medina, considerado muy próximo a Donald Trump y que apoya además la reelección de Almagro como secretario general de la OEA en las elecciones previstas para el 20 de marzo.

Resulta significativo que al uruguayo Almagro no le apoyase siquiera el hasta hace poco presidente de su país, Tabaré Vázquez, pero que sí lo hicieran en cambio otros dirigentes complacientes con Washington como el presidente ecuatoriano Lenin Moreno, el hombre que retiró el asilo diplomático al fundador de Wikileaks, Julian Assange. Todo parece que cuadra.

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