Gracias a (o por culpa de) la crisis sanitaria del coronavirus estamos aprendiendo mucho sobre el ser humano, pero hay una cosa que no todo el mundo se ha preguntado, al menos no lo suficientemente en serio: ¿Por qué la gente está comprando tanto papel higiénico?

Teresa Marín, psicóloga experta en grandes catástrofes, afirma hoy en una entrevista publicada en este diario que solemos relacionar los virus con los problemas intestinales.

Descartada la posibilidad de que el dichoso bichito provoque diarreas, esta fiebre masiva por el papel de celulosa, no exclusiva de España ya que se repite en todos los países afectados por la pandemia, no parece tener a priori una explicación demasiado racional, a no ser que demos por buena la teoría de que en la punta de la pirámide de las necesidades de los humanos se encuentre el tener, con perdón, el culo bien limpio. Se siente, Maslow. Al fin y al cabo, es de lo poco que nos diferencia del resto de animales.

Quizá se trate, como algunos sociólogos sostienen, del llamado efecto rebaño, que lleva a uno a imitar lo que hacen otros, sin cuestionarse en ningún momento la lógica de sus actos.

Es cierto que se están agotando otros muchos productos, pero los rollos de papel higiénico son estos días el bien más codiciado, llegando a provocar incluso peleas en los supermercados. Lo que nos lleva de nuevo a la pregunta: ¿Por qué el papel higiénico y no otra cosa?

Otros expertos hablan del efecto FOMO, acrónimo de la expresión inglesa Fear Of Missing Out, similar al anterior y que viene a significar el miedo a perderse algo. Si mi vecino está comprando papel higiénico como si fuera el fin del mundo, por algo será. No sé realmente la razón, pero voy a comprar yo también "por si acaso".

Ahora que el coronavirus está forzando a muchas empresas a recurrir al teletrabajo, puede que la idea de una cuarentena nos lleve a pensar en aquello que más necesitaríamos en caso de no poder salir de casa. Y el papel higiénico entra el top de artículos de primera necesidad si hablamos de un aislamiento forzoso.

También es verdad, como otros apuntan, que la intensificación del lavado de manos para frenar los contagios obliga a su secado, y las toallas resultan menos higiénicas que el papel de usar y tirar, lo que justificaría de algún modo el boom de ventas de los rollos.

Por otro lado, el voluminoso tamaño de los paquetes de papel higiénico deja en las estanterías de los supermercados un gran vacío visual que alimenta el pánico ciudadano sobre un hipotético desabastecimiento.

Se diría, en resumen, que estamos todos cagados y sin salir de casa. Pero si alguien está ganando estos días más dinero que los fabricantes de papel higiénico, seguramente sea Netflix.

Papel higiénico y series, kit de supervivencia humana para esta nueva década.