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Luis M. Alonso

Un colapso de la salud

Las restricciones se imponen en medio de la psicosis del coronavirus La gran incógnita del coronavirus es si los tipos de restricciones impuestas en China e Italia son presagios de un fenómeno global. El Principado de Asturias, como se comprobó ayer en la comparecencia de su presidente regional, no sabe qué hacer. Estamos en manos, al menos aparentemente, de irresponsables ignaros.

Los gobiernos de seis continentes están luchando por descubrir cómo detener el contagio comunitario, que ahora está muy extendido pero es difícil de rastrear para contener las tasas de infección.

¿Se pondrán en cuarentena partes del mundo hasta que se encuentre, se pruebe, apruebe y esté disponible una vacuna? ¿Cuál es la solución? En solo diez semanas, el número de casos reportados del coronavirus se ha disparado a más de ciento diez mil en cien países. En España, dependiendo del lugar y de la situación política, se empiezan a prohibir actos que congreguen a más de mil personas, curiosamente un par de días después de la masiva manifestación feminista del 8-M, que generó las mayores dudas en un momento en que había aumentado el número de contagiados.

¿Tiene algún sentido? No. Simplemente el de la conveniencia de un Gobierno dispuesto, además, a sembrar otro tipo de virus: el de la idolatría sectaria. La información se agolpa y, sin embargo, nadie explica cómo es debido lo que está sucediendo. Las grandes colas en los supermercados para abastecerse es la prueba de una psicosis colectiva que debería haberse frenado, en vez de con alarmas, con una pedagogía apropiada para hacer frente a esta crisis de la salud que no sabemos cuándo va a remitir, ni en que instancia se encuentra.

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