Como muchas circunstancias de la vida, las personas de edad elevada, nuestros queridos mayores, son los que están saliendo más perjudicados con la conocida crisis del coronavirus. Y los son por varias circunstancias, ya que en primer lugar están comprometidos por su afectación directa, por su propia edad avanzada, así como por los achaques que suelen tener por razones de su edad, por lo que están siendo factores que, unidos a este coronavirus que ha provocado que, en su mayor medida, quienes están falleciendo son personas de edad elevada.

Pero es que, además, el conocido «miedo al miedo» ha provocado que se esté produciendo un desabastecimiento de aquellos productos esenciales para prevenir el contagio del citado virus, tal y como mascarillas y líquido desinfectante.

Con ello, las limitaciones económicas de los mismos, unido a la falta de agilidad para comprar estos productos con previsión, al no haber contraído muchos de ellos esta enfermedad, ha provocado que no pueden adoptar, ni tan siquiera, las medidas preventivas para hacerse con el acopio de estos productos preventivos al objeto de adoptar medidas para evitar el contagio.

Pero no quedan aquí los problemas para nuestros mayores, ya que la psicosis que se ha apoderado en esta situación, y la rápida propagación de la enfermedad, ha determinado que las medidas cautelares para evitar el contagio masivo hayan provocado la necesidad de cerrar determinados establecimientos a los que nuestros mayores solían ir con frecuencia, tales como centros de tercera edad en donde los ancianos suelen ir a realizar actividades comunes de entretenimiento y pasar el rato entre ellos para disfrutar de las actividades que les proponen estos centros.

Se ha entendido, así, que es absolutamente necesario adoptar medidas de clausura para evitar la propagación de la enfermedad. Con ello, los afectados directa y realmente con esta crisis son ellos. Porque muchos han fallecido y el resto ni tan siquiera pueden adoptar medidas de carácter preventivo que está recomendando la Administración, y, además, no se les suministran estos productos de forma gratuita, como debería hacerse con aquellos medios para evitar el contagio, por cuanto si ya se ha probado el elevado riesgo que asumen por sus enfermedades previas y por su alta disponibilidad para captar el virus, tienen que estar ahora expuestos a su suerte, o mejor dicho a su mala suerte, si contraen el virus y sus achaques, o enfermedades previas, o ayudan a que pueden acabar perdiendo la vida.

De esta manera todo se les va en contra. Tienen dificultades con el tema de sus pensiones, bajas para mantenerse, pero cuando llegó la crisis económica del 2007 fueron los primeros que se pusieron a ayudar a sus propios hijos cuando éstos perdieron sus puestos de trabajo, y los primeros que dieron el paso adelante fueron nuestros mayores, quienes, recortando el importe de sus pensiones, se pusieron ayudar a sus hijos, al ser los únicos que tenían disponibilidad de un sueldo fijo con el que poder ayudar a hijos y nietos.

Por ello, no solamente son los primeros que están ahí para quedarse con los nietos cuando los padres no pueden, sino que también les ayuden económicamente cuando estos no pueden hacerlo por cuestiones económicas. Y cuando viene una crisis sanitaria por una enfermedad como esta son también los primeros afectados, y los primeros que suelen ser olvidados por todos. Porque parece que solo nos acordamos de ellos cuando nos hacen falta, y los olvidamos de inmediato cuando son quienes necesitan más cuidado, más ayudas y más defensa ante la indefensión en la que se encuentran en situaciones graves como el actual.

Pero lo peor de todo es que nos olvidamos que existe una costumbre inveterada en nuestras vidas que no da un paso atrás, y es el paso del tiempo, que nos afecta a todos. Porque nosotros también llegaremos a ser mayores y puede que sea en ese momento cuando nos demos cuenta del maltrato que la sociedad causa a los mayores, y del olvido que se tiene de ellos. Porque la sociedad y todos sus ciudadanos solo se dan cuenta de las carencias cuando a cada uno de nosotros nos afectan, pero lo olvidamos cuando afectan a los demás. Y ahora es una buena prueba de ello. Ayudemos, por ello, a los mayores en esta crisis del virus y no les dejemos de lado como en muchos casos se está haciendo. Aunque solo sea por pensar que a nosotros puede que nos venga un virus dañino también cuando seamos mayores de edad.