En los últimos años, diferentes ciudades vienen trabajando en fórmulas novedosas para mejorar la convivencia en sus barrios, desde cauces participativos innovadores de carácter horizontal sumamente enriquecedores. Mediante asambleas abiertas, reuniones periódicas de debates, procesos de diagnóstico y análisis de buenas prácticas, en barrios de toda España han trabajado vecinos y especialistas, entidades cívicas y organizaciones sociales sobre múltiples áreas esenciales en la vida de las personas. Con metodologías de trabajo innovadoras, han sabido ampliar el foco de discusión a otras muchas cuestiones que, tradicionalmente, han estado fuera del trabajo vecinal, pero se han convertido en elementos fundamentales para la convivencia.

El desafío para quienes vienen impulsando estas dinámicas novedosas de trabajo consistía en promover nuevas formas de participación vecinal que desarrollaran dinámicas de implicación distintas a las tradicionales, incorporando una agenda capaz de entender los múltiples planos fundamentales para la vida de las personas en barrios y ciudades, al tiempo que poder generar espacios de confianza vecinal, fuera de las estructuras oficiales, oportunistas y vacías. De forma que se han explorado mecanismos de reactivación del movimiento ciudadano con voluntad de influir en el diseño y la ejecución de políticas locales para avanzar hacia ciudades ecosociales.

Son muchas las iniciativas de distinta naturaleza que, desde criterios de innovación social y participativa, se han explorado por toda España, aunque desgraciadamente poco conocidas en nuestras tierras, de algunas de las cuales se pueden extraer interesantes aprendizajes. Así, tenemos las «Ciudades en transición» a las que pertenece Móstoles, en Madrid, una red formada por más de 700 municipios de todo el mundo que impulsan cambios en los hábitos ciudadanos para avanzar hacia localidades con un menor consumo de combustibles fósiles y energía, reduciendo sensiblemente las emisiones de gases de efecto invernadero, con vocación de impulsar transformaciones en las políticas locales. También están los «Ecosistemas barriales innovadores con viviendas compartidas», de Barcelona, que han generado barrios cooperativos que ofrecen a los vecinos diferentes servicios comunitarios a través de organizaciones de la economía social y solidaria, creando el vivero de cooperativas más grande del sur de Europa, junto a una cooperativa de viviendas en régimen de cesión de uso. En el mismo sentido innovador estarían las «Monedas sociales comunitarias» para promover economías locales de escala en diferentes urbes españolas, la «Red de huertos urbanos comunitarios» creada en los barrios de Madrid, los «Mercados de economía social y solidaria» que fomentan alternativas a la producción y al consumo sobre bienes esenciales o las «Estrategias de cuidados» de Zaragoza que apuestan por reforzar los lazos vecinales mediante el apoyo a la crianza o al cuidado de las personas, entre otras muchas.

Entre las iniciativas más destacables que se vienen llevando a cabo merece una atención especial el trabajo para mejorar la convivencia vecinal del barrio de Tetuán, en Madrid, impulsado por la «Mesa contra la exclusión y por los derechos sociales» del distrito, surgida en el año 2016. Sus inicios arrancan con el compromiso de los vecinos por contribuir a la mejora del clima social en el distrito, para lo cual, se lleva a cabo un diagnóstico participativo realizado a través de decenas de asambleas en las que han intervenido centenares de personas, trabajando a partir de una pregunta inicial: «¿Qué hacer entre todos para mejorar la convivencia en nuestro barrio?». Para ello se puso en marcha un sistema participativo que combinaba el trabajo de comisiones de estudio con la intervención de especialistas, junto a asambleas periódicas en las que se debatían los borradores de las comisiones de estudio, previamente enviados a una lista abierta de entidades y personas de todo el distrito.

El trabajo realizado ha permitido un diagnóstico sumamente interesante, con propuestas muy concretas y prácticas, que analizan las relaciones familiares, de vecindad y asociativas, las violencias, las carencias del barrio, sus necesidades básicas, las actividades económicas y, por último, las acciones para avanzar hacia una democracia mucho más efectiva. Cada uno de estos ámbitos de trabajo ha sido desglosado, a su vez, en diferentes ejes temáticos que recorren la totalidad de las preocupaciones vecinales en el barrio, con acciones inmediatas a llevar a cabo, algunas de las cuales ya se están desplegando. Todo ello bajo la perspectiva de exigir más apoyo público para las situaciones de fragilidad y emergencia existentes, impulsando redes de intercambio vecinal, reclamando más trabajadores en diferentes servicios públicos, junto a la promoción de empleos y rentas para los más necesitados.

Además, se han desarrollado procesos para identificar y desactivar conflictos vecinales, respetar la diversidad y aprovechar la sabiduría grupal, generando cambios que se trasladan a las instituciones municipales.

Las ciudades son espacios claves en la transición ecológica y social. Por ello, el archipiélago de iniciativas, experiencias y prácticas por las que se avanza en muchos municipios, con todas las limitaciones, tensiones y contradicciones que tienen, exploran transformaciones inaplazables para mejorar la sostenibilidad urbana, pero también están renovando la innovación social y una participación ciudadana, necesitada de una urgente mejora. Ojalá, Alicante se sumara también a estos cambios.