« No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero». María Zambrano (1904-1991), filósofa y ensayista española.

Allá por 2009, en los albores de la Última Gran Crisis Por Ahora (UGCPA), el gobierno bipartito ilicitano presidido por el socialista Alejandro Soler pergeñó un proyecto de esos de campanillas y cascabeles. No, no me refiero a la noria-mirador del Palmeral, que el entonces alcalde y actualmente diputado tuvo más ideas. Se trataba de la instalación en Elche, con el respaldo del Ministerio de Industria, de un centro del conocimiento (o centro de gestión del conocimiento, según otras versiones), para que toda la población en general se empapara, o mejor, se imbuyera de las nuevas tecnologías digitales y, como consecuencia de ello, lograr expandir la capacidad cognitiva de la ciudadanía al rango de las altas capacidades intelectuales, según la escala de Stanford-Binet. Más o menos por ahí iban los tiros, aunque nunca se supo con exactitud, porque ni los propios promotores llegaron a tener un conocimiento suficiente del asunto ni, por supuesto, a ponerlo en marcha.

Se habló de ubicar tan avanzado centro cerca de la UMH, por las sinergias y demás, pero después se pensó en matar dos pájaros de un tiro (de manera incruenta y sostenible) y llevar el ente cognoscitivo al convento de la Merced, que tras su reamortización por parte municipal estaba a la espera de destino y rehabilitación. Desde el ministerio, tal vez entusiasmados con la idea de fundir en tan venerable recinto la omnisciencia divina con la epistemología humana, concedieron 2,7 millones para que la criatura axiológica viese la luz.

Pero se ve que a alguien de los que mandaban le vino el conocimiento y pensó que, como suele pasar con cualquier reforma, aquello se iba a ir de presupuesto y con la aportación ministerial no habría ni para empezar. Así que Soler trató de convencer a la CAM (que aún era una entidad financiera honorable, salvo que se demostrara lo contrario) de llevar el centro al aula de cultura de la Glorieta. En esas que, con tantas idas y venidas, fue pasando el tiempo sin que nada aconteciera, llegaron las elecciones de 2011, ganó el PP con Mercedes Alonso y los populares, sin pensárselo ni una vez, dieron carpetazo al proyecto. Eso sí, tuvieron que reembolsar los 2,7 millones que el gobierno PSOE-Compromís había empleado en otros menesteres municipales con poco conocimiento.

Rememoro con añoranza este episodio pretérito de la política local a raíz de la reciente firma del convenio entre la titular de la Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital (CIUCSG), la paisana Carolina Pascual, y el presidente de la corporación municipal del Ayuntamiento de Elche (PCMAE), Carlos González, para el Centro de Diseño y Moda del Calzado (CDMC), ocurrencia para la que el president Ximo Puig comprometió hace ya casi dos años una inversión de ocho millones en la antigua sede central de Correos, primera entrega a cuenta de los 43 de la deuda histórica por los terrenos de la UMH. Sin embargo, cuando el alcalde se puso a leer los papeles, advirtió en el documento algo extraño, e incluso heteróclito (epíteto que, aunque lo parezca, no designa ninguna tendencia afectivo-sexual: compruébenlo si no). Al mismo tiempo enarcaba las cejas hacia arriba y afloraba un molesto tic labial, exclamó (aunque con moderación):

- A ver si nos aclaramos. Aquí pone que se va a crear el Centro de Tecnologías Habilitadoras y no sé qué del programa TECH4CV. Esto, ¿qué es lo que es? ¿No habíamos quedado en que sería el Centro de Moda y Diseño del Calzado, que ya tenía yo a los zapateros trabajando en el asunto?

- Ya, pero es que esto es mejor, más moderno, más expansivo y mucho más inclusivo -argumentó, nerviosa, la consellera, poco acostumbrada aún a lidiar con alcaldes combativos y exigentes como González-.

Con esto, el business-to-business, el branding, los clusters, los hubs, el coworking, las start-ups, el know-how, la industria 4.0 y la matriz de McKinsey serán coser y cantar.

Es lo que tiene no haber contado ya con un centro del conocimiento, que hay un déficit en la población, incluso entre las autoridades, para aprehender según qué cosas, que deberían ser de dominio común en los tiempos que corren. Pascual siguió con sus explicaciones, ahora con unos rotuladores de colores (algunos fluorescentes) y una pizarra velleda:

- Vamos a ver. Como su nombre indica, las tecnologías habilitadoras no son más que tecnologías intensivas en conocimiento que han sido identificadas como potenciales inductoras de disrupciones en la economía y la sociedad en los próximos 10-15 años. ¿Queda claro ahora?

- Mucho más, dónde va a parar -aseveró González, pese a que le daba vueltas en la cabeza a lo de «inductoras de disrupciones», por si le podía traer algún disgusto con el Icomos-. Y, entonces, ¿cuando empezamos a habilitar tecnologías? ¿Necesitaremos mascarillas, porque creo que no quedan en ningún sitio?

- Pronto, pronto. Primero tenemos que implementar unas directrices no disruptivas que induzcan el desarrollo intrínseco del High Performance Data Analytics, el Deep Learning y el Cloud Computing, el HPC, las IoT, TEIC, la IA y las Haptic Technologies, sin olvidarnos de las Digital Twins Technologies y, por descontado, del paradigmático Data Mining y el siempre divertido Automated Clustering, que es donde entraría el calzado y conexas. Iremos buscando el consenso con los sectores productivos...

- ¡No, aquí no se consensúa nada más! ¡Los ocho millones vienen ya a Elche aunque los tengamos que guardar en la torre de Calendura! -prorrumpió el alcalde, mientras se lanzaba a estampar firmas en los documentos con una determinación si no disruptiva, sí bastante habilitadora. La consellera quedó extrañada por tan repentino ímpetu signatorio, desconocedora del efecto que la expresión «buscar el consenso» causa en González después de la jugarreta de la Diputación con la quimérica inversión para el fabuloso (del lat. «fabulosus») ADDA ilicitano.

Los inhabilitados nostálgicos analógicos seguirán suspirando por un centro de moda y diseño que, según sostienen temerariamente, sería el complemento ideal del centro de referencia nacional de la FP del calzado, el IES Sixto Marco. Los hay recalcitrantes que no quieren que este pueblo y su contorno avance hacia el conocimiento asertivo y más allá. ¡Vivan las tecnologías habilitadoras, mueran las manufacturas heteróclitas!

P.D. Acabamos de enterarnos, con el consiguiente regocijo de los guardianes del patrimonio mueble, de que la Conselleria de Cultura le ha advertido al bipartito que ni se le ocurra retirar el vallado de las catas del mercado central, como porfiaba hacer. Menos mal. Inmediatamente se procederá, por parte de los técnicos, a incoar el correspondiente expediente para declarar tales construcciones y las imágenes turísticas adheridas, bien de irrelevancia supramunicipal (BIS) y a incluirlas en el conjunto histórico-artístico-comercial Centro Oeste y Ladera Este del Vinalopó (COLEV), junto con el edificio racionalista de abastos, los baños árabes, los dos refugios, la caseta de las flores que queda y el bar Damasol. No todo está perdido.