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Tribuna

El espectáculo de la mesa de diálogo

El espectáculo en los jardines de la Moncloa es para que nuestro Berlanga haga una Escopeta Nacional más acorde con los tiempos que nos ha tocado vivir. A tope de paseantes, ocho del Gobierno, ocho de los independentistas catalanes, si bien en ésta primera entrega los del Gobierno estuvieron mermados, ya que el señor Iglesias y el señor Ábalos, por motivos diversos, no pudieron disfrutar del paseo, ni salieron en la foto y no sé qué más.

El vocablo dialogar lleva implícito el vocablo diálogo y si ojeamos el Diccionario de María Moliner, encontraremos el famoso adagio «Diálogo de sordos»: aquel en que los interlocutores tienen sus propios puntos de vista y no tienen voluntad de llegar a un acuerdo, aunque claro, eso se puede paliar con «soluciones imaginativas», tal y como ha afirmado la vicepresidenta y portavoz María Jesús Montero.

Al margen del elaborado espectáculo, muy bien montado, quedo sorprendido por algunos aspectos como la obsesión que les produce a los interlocutores la palabra «Constitución» y sustituirla por la de «Seguridad Jurídica» que los independentistas pueden entender como un derecho supranacional, superior al recogido en nuestra Carta Magna.

También es verdad que el presidente Sánchez, que de inicio su única meta es la aprobación de los presupuestos, consigue el dilatado calendario de la famosa mesa, que supone reunirse una vez al mes y cada seis meses con los presidentes Sánchez y el que venga a sustituir al señor Torra, ya amortizado, y volviendo al diálogo, si una parte solo habla de amnistía, autodeterminación, presos políticos y todas esas matracas, nos encontraríamos con el famoso «Diálogo de besugos»: aquel en que no hay relación lógica entre lo que dicen los interlocutores.

La otra cuestión sería ¿qué se pretende con esa Mesa de Diálogo?, con el contenido de sus componentes y a la luz de lo que manifestaba la portavoz del Govern Meritxell Budó, que nos dice que la composición de la delegación catalana ha buscado «la máxima pluralidad y representatividad», nos cuestionamos ¿qué pasa con la representación de Gobierno?, ya que al menos Pablo Iglesias y Manuel Castells no solo están por el llamado «reencuentro» sino en la defensa de tesis alejadas de las normas constitucionales, ya que no se puede estar en el Gobierno y a la vez en el activismo y si no que se lo pregunten a Nacho Álvarez, número dos del vicepresidente Iglesias.

Y mientras tanto, se nos anuncia por parte del Gobierno noventa y dos leyes durante 2020, habiendo dado el Consejo de Ministros el visto bueno al calendario legislativo de éste año, la mitad de ellas hasta agosto y el resto hasta final de año, siendo una de las famosas leyes la ya anunciada Reforma del Código Penal para modificar los delitos de rebelión y sedición, ya que en palabras del nuevo y flamante ministro de Justicia Juan Carlos Campo, nos ilustra en unas declaraciones diciendo que es «una anomalía que se vincule la sedición con la rebelión, lo que conlleva penas inusitadamente altas para el primer delito» ¿es ésta una nueva concesión?, porque parece que nadie se ha dado cuenta de esa anomalía que de repente urge enmendar, ¿tratará la Mesa temas como éste de notable importancia para el resto de los españoles?

La consecución de las metas del presidente del Gobierno señor Sánchez nos lleva al empeño de desjudicializar la Justicia, y quizá se consiga con la pretendida reforma con la creación de nuevos tipos delictivos hechos a medida de unos cuantos y hay frases de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) que hoy podrían tener toda su vigencia «Lo importante es lo que se desea conseguir, no los medios utilizados». Y una vez acabados los juegos florales en los jardines de la Moncloa y recitados en voz alta los versos de Machado a su amada Guiomar, se deberá seguir gobernando, pero para todos, no será que no hay cosas que hacer. De momento Junqueras sale de permiso y se aprueba el techo de gasto no para éste año, sino también para el que viene. Es la Mesa de la Vergüenza, y el resto de españoles de testigos.

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