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Fernando Ull

Histeria colectiva

Resulta esclarecedor sobre el tipo de sociedad que estamos creando el hecho de que desde hace varios días las cadenas de televisión y algunos periódicos se ocupen de manera obsesiva de esta nueva enfermedad vírica y de fácil curación

Todo lo relacionado con la presencia del virus Covid-19, más conocido como coronavirus, va camino de convertirse en un claro caso de histeria colectiva según avanzan los días. A pesar de que las autoridades sanitarias y especialistas de laboratorio han relativizado y puesto en su sitio a esta nueva enfermedad que guarda un gran parecido - en cuanto a sus síntomas visibles en los enfermos - con una gripe común, un enorme conglomerado de intereses económicos, ignorancia supina y voluntad de hacerse notar incluso a base de repetir mentiras con el mayor desparpajo, han convertido un problema de fácil solución en una pandemia de resultados catastróficos para la humanidad.

Que el coronavirus iba a ser utilizado como una disculpa para fomentar intereses económicos propios pudimos verlo ya hace unas semanas con la cancelación del Mobile World Congress de Barcelona, hecho que tuvo que ver con la fuerte presencia de compañías chinas en la próxima implantación de la red de internet 5G. Prueba de ello han sido los numerosos congresos de tecnología que se han celebrado con posterioridad en media Europa sin que haya habido dudas sobre si debían celebrarse incluso aunque el número de infectados haya aumentado en China o comiencen a darse casos muy aislados en países europeos. Observar cómo directivos de empresas que cancelaron su viaje a Barcelona - de dentro y de fuera de España y a los que en teoría se les tiene por leídos y con un poco de mundo - tomar como ciertas teorías que harían reír en otro contexto por absurdas dice mucho del tipo de directivos que dirigen la mayoría de las empresas europeas. El hábito no hace al monje.

Yo no sé si en un país con 1390 millones de habitantes que 80.000 personas tengan una infección viral que desaparece sin necesidad de tomar medicación o, en todo caso, suministrando a los pacientes simples anti virales, puede tener una trascendencia tan grande como para que se tengan que paralizar fábricas y se piense en suspender los próximos Juegos Olímpicos de Japón. En el caso de España, y en el momento en que escribo estas líneas, hay 15 infectados de coronavirus en una población de 47 millones, habiéndose contagiados casi todos fuera de España.

Si nos atenemos a las muertes causadas hasta ahora por una enfermedad que no se sabe desde qué momento exacto está en activo, cabe recordar que la práctica totalidad de ellas han ocurrido en China y que todos los fallecidos eran personas de avanzada edad con patologías previas o personas con enfermedades crónicas tan graves que en realidad no se sabe si el coronavirus ha sido la causa de la muerte o sólo se ha sumado a una cadena de enfermedades que unidas hacen imposible que un cuerpo siga viviendo. En España el año pasado murieron 6.000 personas como consecuencia de la gripe común, enfermedad vírica que se suele superar pasando unos días en casa metido en la cama y tomando muchos líquidos pero que en ocasiones y a personas determinadas supone el inicio de una catarata de complicaciones que puede terminar con la muerte. Sin embargo, y a pesar de este número, en España nunca ha habido un psicosis parecida a la que se está produciendo con el virus Covid-19. Es decir, que teniendo en cuenta que en China se han producido poco más de 2.000 muertes y a pesar de la enorme población de este país, España triplicó el número de fallecidos por una enfermedad muy parecida en cuanto a los síntomas y modo de curación.

Resulta esclarecedor sobre el tipo de sociedad que estamos creando el hecho de que desde hace varios días las cadenas de televisión y algunos periódicos se ocupen de manera obsesiva de esta nueva enfermedad vírica y de fácil curación. A pesar de que cualquier persona puede informarse del peligro real que tiene esta enfermedad y a pesar de que el número de contagiados en Europa es muy escasa, miles de personas en España han asumido una idea catastrófica de inmediato, haciendo caso de bobas noticias falsas que circulan por internet y de manera especial en las redes sociales. Una sociedad informada, moderna y con acceso a una información veraz en cualquier momento proveniente de instituciones sanitarias estatales, no debería dejarse arrastrar por el alarmismo, la improvisación y los chismes. A la vista de las consecuencias de la crisis originada por la desinformación y la incultura y no por la gravedad de esta nueva enfermedad podemos sacar la conclusión de que cuanto más avanzada es una sociedad y más acceso a una información rigurosa tiene más boba e infantil son sus acciones.

Parece como si las personas estuvieran deseando ser protagonistas de una de esas series de televisión tan de moda ahora en las que aparecen zombis en ciudades post nucleares donde el agua es el bien más preciado y las plantas casi han desaparecido. Y por lo que estamos viendo es algo que afecta a todas las clases sociales sin importar la formación cultural o el nivel económico.

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