El tándem que conforman Pablo Casado y Teodoro García Egea utiliza siempre la misma estrategia para relevar a candidatos. Ya lo hicieron en su día con César Sánchez cuando le apartaron de la Diputación para colocar a Carlos Mazón. Le engañaron como a un chino haciéndole creer, de primeras, que podría compaginar el Palacio Provincial como concejal de la pequeña localidad de Lliber con el escaño en el Congreso para luego arrinconarle con el premio de consolación del exilio político madrileño. De salir en la foto a un ostracismo absoluto... salvo por la herencia envenenada que dejó en la Diputación. Ahora han aplicado esa misma medicina para liquidar al moderado Alfonso Alonso, el presidente del PP en el País Vasco. Le hicieron que se tragara que iba a ser candidato a Lehendakari a sabiendas de que se opondría al pacto con Ciudadanos, inexistente en la escena vasca. Y con ese rechazo se aseguraron la excusa perfecta para relevarle y desempolvar a un aspirante del ala más ultra del PP como Carlos Iturgaiz. Prefiere Casado, condicionado por Vox, contentar a Cayetana Álvarez de Toledo y atraer el voto radical de Jaime Mayor Oreja que ampliar su espacio en los caladeros del centro. El pacto de la derecha en Euskadi es parte de la subasta de Inés Arrimadas para sacar el máximo provecho a la venta de su partido a trozos y la llave para que el PP pueda montar una plataforma electoral con Ciudadanos en Cataluña, que es lo que le interesa a Casado en un territorio en el que son pura irrelevancia. Pero, a la vez, todo ese escenario empieza a aventurar complicaciones serias para Isabel Bonig al frente del liderazgo regional del PP. A Bonig, al menos es lo que ella dice en público, Casado nunca le ha dicho que no vaya a ser la candidata en 2023 aunque en Alicante existe el convencimiento casi desde después de las autonómicas de que no llegará. Ya le han puesto la proa: la foto del engaño. Pero mientras Mazón, el hombre de Casado y Egea en la Comunidad, avala sin ambages las alianzas con Ciudadanos, Isabel Bonig da largas y se opone a adelantar una decisión cantada. Y eso avanza, salvo sorpresa, esa crisis para su liderazgo. Lo mismo que con César Sánchez y Alfonso Alonso. Al tiempo.
