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Luis M. Alonso

China está cerca

El pánico se extiende más rápido que el virus en la epidemia procedente de China que ya cuenta con numerosas bifurcaciones. Acumula tantas incógnitas, retraso en el diagnóstico, tiempo de incubación, etcétera, que sus efectos están resultando paralizantes en Italia, sin ir más lejos, donde hasta ayer se había cobrado dos vidas, centenares de víctimas y aislado ciudades. Hasta ahora la mayoría de los afectados por la llamada neumonía de Wuhan, el lugar donde se originó el brote, son chinos pero la propagación ha traído también consigo casos aislados. Son estos precisamente los que despiertan mayor inquietud.

La primera de las víctimas mortales italianas, un hombre de avanzada edad, no tenía ningún contacto con China y se pasaba la vida jugando a las cartas en el bar de su pueblo. China vuelve a estar cerca de Italia, sin realmente estarlo, salvo por los negocios textiles, como en aquella película, "La Cina è vicina", de los años sesenta de Marco Bellocchio que irradiaba el sueño revolucionario pendiente. Ahora es una epidemia con múltiples focos, según la OMS y pronto podría convertirse en una pandemia igual que sucedió en su día con la Gripe A. Pero el miedo es el motor que mueve la tragedia. La peor de las señales en cualquiera de los sentidos. Ha ocurrido a lo largo de toda la historia.

Carburante de las guerras, el miedo invoca los más bajos instintos en la humanidad, anticipa el caos y nos deja indefensos en manos de las vigilantes espadas del sueño sin vigilia. El coronavirus acojona como una enfermedad contagiosa que se extiende y que parecía estar focalizada en mercados repletos de ratas y serpientes de un lugar concreto y remoto, y se ha convertido en una epidemia capaz de llevarse al otro barrio a un italiano que jamás había salido de casa.

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