Estos días se ha vuelto a abrir un debate que no es ni mucho menos nuevo. Todos nos hemos estremecido leyendo la noticia del menor de 14 años que ha intentado suicidarse tras sufrir acoso escolar en un instituto de Mutxamel. Ante el acosador pesaba una orden de alejamiento de 50 metros sobre la víctima que era difícilmente aplicable dentro del centro por lo que se sugirió a la familia del niño acosado que lo cambiaran de centro, a lo que la familia se negó en redondo y tras el intento de suicidio la familia ha decidido denunciar al centro porque asegura que no se han puesto los medios necesarios para atajar la situación.

En el momento en el que un centro educativo recibe información de la presencia de una posible situación de acoso, se activa automáticamente el protocolo de actuación para los centros educativos publicado por la Conselleria d'Educació. Un equipo de intervención creado de manera inmediata dentro del centro recogerá información más detallada de la situación a través de la vigilancia en momentos de descanso, en el patio, en los baños o el comedor escolar que es donde suelen darse las conductas de acoso y a través de las entrevistas a las familias de los implicados y a los propios niños.

En el caso del encuentro con el niño víctima, es esencial transmitirle comprensión desde el primer momento y el compromiso explícito del centro de intervenir para que el acoso finalice. Se le deben explicar también qué medidas va a tomar el centro y también qué estrategias puede utilizar si es víctima de algún comportamiento de abuso en un momento donde no hay ningún profesor observando. La finalidad de todo esto es clara: proteger al niño, transmitirle que nos creemos lo que nos cuenta y que vamos a ayudarle.

Si la información recabada confirma la situación de acoso, se deben aplicar una serie de medidas educativas correctoras destinadas a acabar con la situación de acoso. Estas medidas deben ser comunicadas a las familias y a los niños para que sean conscientes de lo que está haciendo el colegio. En este sentido, se ha demostrado que las actuaciones dirigidas a los observadores del acoso son muy exitosas para resolver el problema dado que la «ley del silencio» es la que en muchos casos mantiene el problema. Las intervenciones a nivel individual con la víctima y el acosador deben combinarse con actuaciones con toda la clase e incluso con todo el centro a través de talleres, murales o trabajos que sean expuestos públicamente al resto del centro y en los cuales se rechaza explícitamente el acoso escolar y se hable del papel tan importante que tienen los observadores en detener estas situaciones.

En definitiva, los centros escolares tienen las directrices y los recursos necesarios para valorar la situación de acoso y, en caso de ser confirmada, poner las medidas necesarias para acabar con el problema. Las familias tienen un papel clave en el acoso escolar así que deben ser informadas en todo momento y hacerles partícipes de las medidas adoptadas por el centro. Estas medidas deben ir enfocadas a proteger a la víctima y a darle credibilidad y apoyo. Por tanto, la sugerencia por parte del centro a la familia del menor acosado de cambiar de centro ha demostrado ser contraproducente ya que victimiza por partida doble al menor: además de ser acosado, se le «castiga» teniendo que cambiar de centro.